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Santiago Navajas

Felipe VI, Rey y Ciudadano

Desde el punto de vista ético mentir está mal. Incluso en política. Pero hay una distancia sideral entre mentir y “maquillar la verdad”.

Albert Rivera tiene más razón que un santo. Felipe VI debería aconsejar a Pedro Sánchez que pacte con Mariano Rajoy, Ciudadanos mediante. Otra cosa es que haya expresado en público lo que debe pronunciarse más bien susurrando en cenáculos. El lenguaje no se ha hecho fundamentalmente para comunicar los pensamientos sino, más bien, para ocultarlos. Desde el punto de vista ético mentir está mal. Incluso en política. Pero hay una distancia sideral entre mentir y “maquillar la verdad”. O, simplemente, mantener la boca cerrada. Los políticos no deberían ser mentirosos compulsivos pero tendrían que ser maquilladores profesionales. A ser posible, mudos.

Los expertos han dejado clara la cuestión constitucional subrayando que efectivamente el artículo pertinente de la Constitución permite cierto margen para que el Rey realicé una “escucha activa” (expresión-maquillaje para aconsejar y sugerir, siempre con tacto y prudencia) con los líderes políticos. “Borbonear” se conoce a la perversa costumbre de Alfonso XIII de intervenir en la vida política manipulando voluntades en su propio provecho y con falta de visión de largo plazo. Sin embargo, Juan Carlos I se basó en un virtuoso y responsable sentido del artículo 56.1. de la Constitución que estipula que el rey “arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones” para concitar acuerdos y limar aristas entre fachas y rojos, españoles de pura cepa y poseedores de RH negativo. En ese sentido, la sugerencia de Rivera puede haber pecado de indiscreta pero ha puesto sobre la mesa la cuestión fundamental de la política española: la irresponsable incapacidad de Rajoy y Sánchez, del PP y del PSOE, de llegar a un acuerdo más allá de sus sesgos y sus prejuicios. Si ni Rajoy ni Sánchez piensan en el bien de España sino que únicamente piensan en salvar sus sillones, alguien tiene que asumir la responsabilidad de sacar a España del atolladero político y económico en el que se encuentra. Y le ha tocado la papeleta al único personaje de la política española que está dando muestras de una ejemplaridad pública indiscutible: el monarca constitucional.

La única voz discrepante es la del catedrático de Derecho Constitucional Pérez Royo que postula que dicho artículo es meramente “literario”. Sin embargo, cabe recordar, para establecer los parámetros intelectuales de Pérez Royo, que cuando fue propuesto para el Parlamento por el partido de Pablo Iglesias defendió la necesidad de “¡volar!” la Constitución. Las armas las carga el diablo y nos tememos que también las metáforas de Pérez Royo, abonado al extremismo hermenéutico que le lleva a tener ocurrencias más que ideas.

Rivera se teme, muy certeramente, que una vez más en España el eje político se superponga al constitucional. La paradoja de España desde la Transición reside en que los nacionalistas se han aprovechado de la animadversión política entre la derecha y la izquierda constitucionalista para erosionar el fundamento nacional de nuestra democracia. Peces Barba denunciaba esta deslealtad estructural de los nacionalistas con la democracia constitucional española. Pero la responsabilidad de dicho sabotaje continuo reside en que los líderes del PSOE y del PP nunca han sabido aparcar su desconfianza mutua para vertebrar España de una vez por todas, a través de un gran Pacto de Estado, formando una Gran Coalición que terminase los capítulos no cerrados de la Constitución.

Ciudadanos, por el contrario, está siendo el gran referente, y la última oportunidad, para salvar a una España democrática y liberal. Ha demostrado que es posible un pacto con el PSOE, por un lado, y otro pacto con el PP. Y, como corolario, que sería posible un pacto entre los dos grandes partidos, con Ciudadanos como bisagra, alejando a la vez tanto el peligro del nacionalismo étnico como del populismo de extrema izquierda. ¿”Borbonear”? Sí, gracias.

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