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José García Domínguez

¿Surgirá un Trump en España?

Cuantos más empleos poco cualificados y mal pagados sea capaz de generar un país, más y más inmigrantes harán cola para entrar (como sea) en ese país.

Cuantos más empleos poco cualificados y mal pagados sea capaz de generar un país, más y más inmigrantes harán cola para entrar (como sea) en ese país.
EFE

Crear puestos de trabajo en un país no es sinónimo de reducir el nivel de paro en ese país. Hace cincuenta o sesenta años, sí lo era; hoy, en cambio, no. Al contrario, ahora mismo, en el año dieciséis del siglo XXI, se pueden crear muchos puestos de trabajo nuevos en un país y la consecuencia inmediata de ello puede ser que el nivel de paro… aumente. Sin ir más lejos, es lo que ha venido ocurriendo aquí, en España, a lo largo de los últimos lustros. A los economistas formados en la doctrina ortodoxa les resulta imposible comprender que algo así, algo que rompe la lógica interna de los esquemas de oferta y demanda con que les enseñaron a construir sus razonamientos, pueda suceder en la realidad. Pero, por mucho que ellos no lo entiendan, sucede. Y sucede porque en un mundo como este, el del año dieciséis del siglo XXI, el mundo de las migraciones masivas e incontroladas de mano de obra a través de los continentes, la oferta de trabajo se ha convertido en infinita.

Hoy, cuantos más empleos poco cualificados y mal pagados sea capaz de generar un país, más y más inmigrantes dispuestos a cobrar cuatro chavos harán cola para entrar (como sea) en ese país. De ahí que, hoy, crear empleos baratos solo garantice que aumentará de golpe la población del país que los genere, no que vaya a disminuir el nivel de desempleo entre los autóctonos del lugar en cuestión. Los economistas, decía, no lo logran comprender, pero los votantes, en cambio, ya lo han captado. A fin de cuentas, Trump y el brexit no son más que la reacción airada de poblaciones locales a una mutación estructural de los mercados de trabajo que está alterando sus condiciones de vida de modo crítico. Cuando la Gran Depresión, alguien dijo que lo que más les cuesta a los seres humanos no es aceptar las ideas nuevas, sino olvidar las viejas. Entre nosotros, los españoles, la resistencia a desprendernos de la idea que más cautiva a los políticos de todo pelaje, esa de que crear puestos de trabajo es algo bueno por definición, resulta numantina.

Y sin embargo, tendremos que olvidarla más pronto que tarde. Porque, como no la olvidemos cuanto antes, también nosotros acabaremos teniendo nuestro propio brexit o nuestro propio Trump, según el lado para el que giren las tornas. Y es que en el mundo que nos ha tocado moldear, el de las fronteras nacionales porosas y las grandes migraciones masivas y súbitas, los puestos de trabajo de nueva creación son como el colesterol: los hay buenos y los hay malos. Y quien se empecina el producir colesterol laboral del malo se convierte en un imán transoceánico que atrae a inmigrantes desesperados de todas las latitudes. España y su modelo productivo, sin ir más lejos. Aquí, contra lo que queremos creer, también se puede estar gestando ya un Trump en la sombra.

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