Cataluña ha ejercido sus competencias exclusivas en educación durante las últimas décadas, y por lo tanto está absolutamente preparada para el paso a la independencia. En enseñanza no necesitamos construir estructuras de Estado, las tenemos listas.
Más claro, el agua. Lo acaba de decir la nueva consejera de Enseñanza de la Generalidad de Cataluña, Clara Ponsatí. Lo repetimos en vídeo: "En enseñanza no necesitamos construir estructuras de Estado, las tenemos listas".
Ya no se tapan ni disimulan, necesitan reafirmarse en su huida hacia el abismo. Y muestran sus poderes como los pavos reales los colores. Siempre pensé que cuanto más alto subieran, más profundo sería el abismo. Espero que sea el suyo, no el nuestro.
Ahora entenderán por qué era exacta la denuncia que hiciera allá por 1995 en la Universidad de Salamanca con ocasión de la Caravana por la Tolerancia Lingüística: "El Ejército de Cataluña son sus maestros". Desde entonces, ¡tantas evidencias!, ¡tan poco eco!
La denuncia causó estupor e incredulidad, las palabras de un sonado. Demasiado tiempo, demasiados responsables de la nación acomplejados ante el catalanismo mirando para otro lado. Ahora vienen las prisas, todo ha sido advertido durante años, y a todo se ha hecho oídos sordos.
Aquella Caravana por la Tolerancia Lingüística recorrió toda España en el verano del 1995 con el objetivo de informar a todos los españoles de la exclusión que sufríamos los hispanohablantes en las escuelas de Cataluña. La inmersión había acabado con el uso docente de la lengua española, eliminada de libros, letreros y cualquier uso visible en las instituciones educativas. Era una verdadera limpieza lingüística que convirtió a los hispanohablantes en extranjeros en su país.
Ni siquiera había empezado en esa década; ya en 1981, un manifiesto que acabó con el secuestro –y el tiro en la rodilla– por parte de Terra Lliure del profesor de Lengua y Literatura Federico Jiménez Losantos (por entonces en un instituto de Santa Coloma de Gramanet, Barcelona) abogaba "por la Igualdad de los derechos lingüísticos en Cataluña". El manifiesto había sido escrito por el también profesor y miembro del PSOE Santiago Trancón, uno de los fundadores del dCIDE actual. El acoso y represión de aquella generación de maestros y profesores acabó con el éxodo de 14.000 sólo en la década de los ochenta. Después, silencio; hasta que, en 1994, un nuevo manifiesto, En castellano también, por favor, avalado por 50.000 firmas, volvía a denunciar lo mismo y daba comienzo a una Resistencia al nacionalismo tan dura como abandonada a su suerte por todas las instituciones del Estado y la mayoría de la intelectualidad española.
Cada vez que se sorprenden e indignan ahora con los desprecios y las bravatas de Carles Puigdemont, algunos nos sonreímos impotentes en silencio. A estos personajes los hemos sufrido en educación desde los años ochenta. Con parecidas actitudes, con el mismo desprecio a la cultura y la lengua españolas, con idéntico supremacismo. Porque por entonces eran los amos de la hegemonía moral de Cataluña. Cualquier amago en defensa de tus derechos y eras satanizado con la eterna murga de facha, franquista, españolista, enemigo del catalán y de Cataluña. ¡Qué aburrido es todo! ¡Qué cansado contar lo evidente! ¡Y que aún queden millones de Pedros Sánchez en la inopia!
Jordi Pujol, el gran timonel; astuto, hipócrita, simulando el fin, enmascarando los medios, diseñó el engaño. Normalización, victimismo… y resentimiento. La nueva consejera no se ha enterado de nada, su fanatismo le ha llevado a desvelar en una frase lo que tantos años de disimulos le costó a Pujol construir. La patraña fascista se desmorona. Ya se ven brillar los correajes.