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Zoé Valdés

El satrapita

En el país de los suicidios ocultos o montados, se suicidó el hijo mayor del sátrapa Fidel Castro: el satrapita.

En el país de los suicidios ocultos o montados –existen diversos ensayos sobre el tema, el más brillante es el de Guillermo Cabrera Infante–, se suicidó el hijo mayor del sátrapa Fidel Castro: el satrapita.

Cierto, mucho habrá padecido Fidel Castro Díaz-Balart, secuestrado por su padre, en su niñez. Pero. Una vez integrado a su nueva vida de pequeño revolucionario de marketing, y que el tiempo siguió su curso irremediable hacia lo inextricable, debieron de haberle fascinado también la archifama del padre y, sobre todo, los enormes y variados reconocimientos y comodidades por parte de los que lo rodearon, en Cuba y fuera de ella.

Lo cierto es que, mientras en Cuba fusilaban a miles de jóvenes, y esos crímenes dejaron viudas, solas y desamparadas, con niños pequeños, a un número considerable de mujeres jóvenes, Fidelito, como así le llamaron hasta su muerte, gozaba la papeleta de las mieles del poder, como la gozaron y la siguen gozando los hijos de los sátrapas, que no son exclusivamente Fidel y Raúl Castro.

Los sátrapas fueron y son todos esos comandantes y dirigentes de la nomenklatura, que hicieron y deshicieron mientras se lo permitieron, y que siguen haciendo y deshaciendo, hasta que un día les toque lo de ellos, como les tocó a los generales y secuaces en 1989, cuando fueron a su vez fusilados. Pero mucho antes de estos fusilamientos, de los que el mundo entero habló porque se trataba de generales castrocomunistas, mucho antes, reitero, y también posteriormente, hubo cientos de miles de fusilados a los que el mundo entero ignoró e ignora, porque sólo se trataba de personas que ansiaban la libertad de su país y formaban parte del pueblo cubano, y se negaban a aceptar el comunismo.

El hecho que nos convoca hoy a la lectura es que el hijo de sátrapa mayor de Cuba murió suicidado, o lo suicidaron. Como ocurrió con la hija de Salvador Allende, Beatriz (Tati) Allende, muerte por suicidio en Cuba, primero se informó que se había dado un pistoletazo, y luego echaron mano del tan manido lanzamiento por una ventana o balcón. No se extrañen si en algún titular venidero leemos aquello de que "se iba dando un tiro en la sien, esa que queda en la Silla Turca, mientras se lanzaba en ralentí desde una ventana"; aunque la noticia del suicidio de Castro Díaz-Balart ocupó solamente tres párrafos de un artículo publicado en Granma, no en primera página, y ni siquiera mencionaron que era el primogénito del tirano, pero cualquier cosa pudiera suceder, es decir, publicarse.

Mientras los hijos de los fusilados del pueblo eran marginados, se les negaba cualquier tipo de derechos, y hasta se les obligaba a exilarse, como ocurrió en numerosas ocasiones, Fidelito Castro Díaz-Balart se paseaba en jeeps y automóviles lujosos, vivía como un príncipe en las mansiones expropiadas a sus dueños, desayunaba, almorzaba y cenaba como un emperador, hasta podía viajar a su antojo o al de su padre. Mientras a los jóvenes cubanos se les negaba estudiar en el extranjero, los hijos de esos sátrapas fueron enviados en su inmensa mayoría a estudiar carreras de élite en los países comunistas primero y en los capitalistas más tarde. Del mismo modo, Fidelito Castro Díaz-Balart se hizo físico nuclear, en la URSS se casó con una rusa (extranjera, lo que estaba prohibido en Cuba), y tuvo tres hijos con ella. Tres manganzones tan privilegiados como lo fue él hasta su último minuto. Fidelito, por no carecer de nada, recibió como regalo al tiempo del término de su carrera la Central Nuclear de Juraguá, seguramente para que él jugueteara con sus conocimientos, porque de allí no salió más que un desecho inservible, y menos mal, porque en Juraguá se previó instalar una Central tipo Chernobyl, así que ya tienen ustedes una idea.

Fidelito, de adulto, fumaba sus buenos tabacones y se paseaba por los grandes salones de la jet set internacional con esa cadencia ancestral de pachá poderoso que heredó de su padre. Precisamente su increíble parecido con el padre, barba incluida, le abrió las grandes puertas del Poder, con mayúsculas. Figuras relevantes y top models del espectáculo mundial lo visitaron y se retrataban con él, como si de una alteza real se tratara. Así hicieron Naomi Campbell y Paris Hilton, la heredera de otro clan, los Hilton, nombre que llevaba el más célebre hotel expropiado a inicios de la fatal revolución. Pero ya entonces mandaba el Sátrapa, y allí recibía muchachitas de entre 13 y 14 años, a las que él estrenaba desde la mejor suite del hotel. Es verdad que, todo es como es, las madres las conducían hasta el lecho del Sátrapa con la intención de ganarse su simpatía, entre otras posibles ganancias mayores.

Pero sigamos con lo nuestro, algunos dicen que Fidelito Castro Díaz-Balart se suicidó abrumado por su pasada infancia, es probable, aunque, cosa curiosa, ningún hijo de fusilado se ha suicidado y estoy segura de que el trauma debió de ser todavía mayor; otros afirman que no hubo tal suicidio, que, como en casos anteriores, Fidelito fue asesinado por su tío, o por su primo, ambos enfrentados a su deseo de ocupar el poder en la línea de sucesión que la dinastía castrocomunista así ha resuelto; también se baraja una supuesta demanda del primogénito relacionada con la parte que le corresponde en materia de herencia, la herencia, por supuesto, que dejó su padre, unos 900.000 millones de dólares, cifra oficial, de modo que imaginen la no oficial. Y que esta exigencia caprichosa de Fidelito puso de mal humor a sus hermanos y al tío y los primos, lo que dio lugar a la tragedia, que algunos califican de shakespereana, para adecentar de alguna manera esa mera trifulca de barrio de Los Sitios, con perdón de Los Sitios.

Fidelito se mató o lo mataron, qué más da. Uno menos. Un Castro menos, es lo que se comenta en las redes sociales no sin cierto júbilo.

Pero al igual que Fidelito quedan otros hijos de sátrapas secundarios, los satrapitas de entretelón. Varios de ellos se han instalado en países capitalistas europeos, algunos descendientes de los Castro de segunda y tercera generación viven en España y en Italia. Otros satrapitas se han mudado a la Florida, más exactamente a Miami. Dos hijos de Eusebio Leal viven y son propietarios de prósperos negocios en Miami, eso sí, se mantienen en una cierta discreción, aunque dando cuenta de sus fetecunes y viajes en Facebook. Los peores sin embargo no son ellos, los peores son los que vistiéndose con el manto de nuevos disidentes, hijos de sátrapas, y siendo todavía satrapitas, ingresan en el corazón del exilio como las "bombas humanas" que Raúl Castro anunció que inocularía en Estados Unidos.

Una de esas "bombas humanas", Juan Juan Almeida –hijo del comandante Juan Almeida Bosque, el Harvey Weinstein de la música cubana que de comandante se dio a la tarea de componer canciones de pésima calidad, todas interpretadas por las mulatas más suculentas de la época–, actual personaje en el medio de la prensa, nada más y nada menos que Radio y Televisión Martí, una televisión pagada por el contribuyente norteamericano, se ha erigido como el principal donante de información de las familias reales castristas. No pasa una semana sin que este individuo oriente al exilio en la dirección deseada por Castro II.

Entrevistado recientemente por el escritor Jaime Bayly en su programa televisivo, precisamente en relación a la muerte de Fidelito, JJ Almeida argumentó sus guayabas o mentiras con una serenidad apabullante: "En Cuba nadie ha muerto de hambre [olvidando a tantos niños y ancianos que murieron de hambre y enfermos durante el Período Especial], en Cuba la prensa es más libre que en México [cuenten la cantidad de periódicos que existen en México de distintas tendencias políticas y por ciudades, y cuenten los de Cuba, solamente en 2016 asesinaron a puñaladas en una calle desierta y oscura a un periodista independiente, sin contar la cantidad de asesinatos políticos de disidentes y opositores, crímenes que también son enmascarados como posiblemente lo haya sido el suicidio del que él llama su "hermano mayor" porque se criaron "juntos"]. Y siguió: "En Venezuela la represión es peor que en Cuba y han muerto más personas" [borrando de un plumazo la masacre del remolcador Trece de Marzo donde murieron 75 personas, entre ellas 12 niños, las muertes en las cárceles, los fusilamientos masivos, como el de tres jóvenes negros en el 2003, los desaparecidos en el Estrecho de la Florida…).

JJ Almeida pudiera argumentar en su defensa que él no sabía, y hasta que no se había enterado. Pero Almeida vivió varios años de un negocio del Estado cubano al que él representaba en México, y desde hace 7 años vive en Miami, y recibe un sueldo como periodista, ¿no tuvo entonces y no ha tenido tiempo ahora de entrevistar a los sobrevivientes del Escambray, a los familiares e hijos de fusilados, a los héroes de Bahía de Cochinos? Seguramente que sí lo tuvo, y hasta le ha sobrado, pero no lo ha hecho porque no le interesa de ninguna forma el tema.

Él sigue enganchado a su mundo, el mundo de la dinastía castrocomunista, y de paso desinformando al resto y desintegrando al digno exilio. Allá los que se lo metan.

En cuanto a Fidelito: que en gloria no esté, y que no descanse en paz, pues bastante que guarapacheó a costa del pueblo al que su sátrapa padre oprimió todo lo que le dio su real gana.

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