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Antonio Robles

Las guerras ganadas por el nacionalismo

Quienes deberían ser más conscientes de lo que nos estamos jugando son los más frívolos.

Mientras unos alientan la vía eslovena y otros denuncian la guerra que le siguió, nadie parece reparar en que ya hace tiempo empezaron la una y la otra de forma soterrada.

El primer signo de enfrentamiento bélico es la desaparición de las funciones del lenguaje como instrumento de confrontación de ideas. En el mundo del fútbol es moneda corriente. Los hooligans de cada equipo no confrontan hechos, imponen la tribu.

Sin duda, ésta es una de las guerras ganadas ya por el nacionalismo. Sus partidarios son refractarios a los hechos, a la argumentación lógica y a los valores que rigen el intercambio de ideas. El territorio político de la ciudadanía ha sido suplantado por las emociones de la tribu.

La segunda guerra ganada es haber logrado que sus maestros hayan perdido todo decoro en la utilización de la escuela como centro de adoctrinamiento. Una vez perdida la vergüenza, la tribu sustituye el sistema de valores ilustrados e ignora el respeto a las reglas democráticas. El fin lo justifica todo. Y su ejército de periodistas actúa igual. En la guerra, el periodista se pone al servicio de los objetivos militares para defender la nación. En este caso, para construirla.

La tercera guerra que se está librando ya, y también va perdiendo la democracia, es la de la demografía. Durante los años de plomo en el País Vasco, más de doscientas mil personas hubieron de dejar su tierra y perder la domiciliación electoral. Esto influyó decisivamente en la consolidación del poder nacionalista. En Cataluña será peor. Aunque no empieza ahora; aquella diáspora obligada comenzó en los años ochenta por cuestiones lingüísticas, con el abandono de Cataluña de 14.000 maestros. Las vacantes fueron ocupadas mayoritariamente por afectos al régimen.

Esta tercera guerra demográfica es forzada por el establishment nacionalista. "Cuanto más nos hagamos odiar por los colonos españoles, más pronto se irán de Cataluña a la puta España". Esta frase no es de ahora ni de ningún nick de Twitter. Es el extracto de docenas de conversaciones con compañeros de profesión docente en la fase más virulenta del procés. El gurú de Puigdemont, Mark Serra, lo hace explícito ahora.

Por eso, cada vez que se va una empresa aumenta el desierto laboral y se pierden miles de votos; cada vez que un matrimonio a punto de jubilarse o unos padres con hijos en edad escolar deciden abandonar Cataluña para librarse de este agobio están regalando miles de votos al nacionalismo.

Por eso, cuando ves que las televisiones tratan de héroes a Mozos de Escuadra que claman por irse de Cataluña porque no pueden aguantar más la presión de sus mandos, te das cuenta de que aquellos que deberían ser más conscientes de lo que nos estamos jugando son los más frívolos. Escuchar a la mozo de Escuadra Inma Alcolea tratar de cobardes a los Gobiernos nacionales por no desarrollar la disposición cuarta de la ley de personal de policía, que le facilitaría su huida a la Policía Nacional, produce estupor. Se puede entender su malestar, se puede entender el derecho que le asiste a reivindicar un destino distinto en los Cuerpos de Seguridad del Estado, pero no se puede aceptar que aquellos que fueron contratados para defender el orden constitucional y nuestros derechos huyan cuando más se les necesita. ¿O acaso se le consentiría a un militar preparado y pagado durante años para defender la patria negarse a hacerlo cuando implicara riesgo?

Se puede entender que un empresario pagase el impuesto revolucionario a ETA. O el rescate por un familiar secuestrado. Pero nunca podríamos compartirlo. Ni olvidar que cada euro pagado podría comprar la bala del próximo tiro en la nuca de aquellos que tenían el mismo derecho a vivir que ese familiar.

Por ese camino, una sangría de miles de personas nos dejaría a los demás a merced del supremacismo catalanista. Entiendo la angustia personal, pero es inadmisible que Inma Alcolea llame cobardes a los demás, mientras ella sale huyendo.

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