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Antonio Robles

El paraíso fiscal de Madrid

Están en todas partes. Ahora, dando el coñazo a Madrid.

En una de las visitas del alcalde de Barcelona Joan Clos a Madrid, le preguntó asombrado a su homólogo Ruiz Gallardón cómo podía disponer de tanto presupuesto para construir una red de metro tan extraordinaria. Su colega le respondió: “Porque Madrid no tiene que construir una nación”.

Por aquel entonces, el Estado aún no había transferido a las comunidades autónomas tantos tramos fiscales para recaudar impuestos como ahora poseen, pero la diferencia de gestionar los recursos de que disponían ya entonces dejaba en evidencia el derroche de los nacionalistas catalanes frente a los madrileños.

La evidencia ha ido en aumento y, endeudados ahora hasta las cejas, catalogan a Madrid de paraíso fiscal y lo acusan de practicar dumping fiscal con el resto de las autonomías. Miren que lo tienen fácil, bajen los impuestos, no monten ciscos con referéndum ilegales, garanticen la seguridad jurídica en vez de promover la ocupación de viviendas, mimen a sus empresas, no excluyan a sus ciudadanos por su lengua y dejen de derrochar el dinero público con la promoción de la ruptura con España.

Tiene guasa que sean precisamente los nacionalistas quienes propongan ahora armonizar los impuestos para evitar que Madrid atraiga inversiones y empresas que huyen de Cataluña. Fueron ellos quienes se opusieron frontalmente a la ley de armonización autonómica a principio de los ochenta. La malograda Loapa. Son los nacionalista quienes han querido hacer rancho aparte siempre, quienes se han opuesto al café para todos desde el principio de la Transición, y cuando los socialistas han entrado en ese fregao ha sido para remarcarlo con eso del federalismo asimétrico. Y del cupo y el concierto vasco y navarro, ni pío. La eterna ley del embudo, para mí lo ancho y para ti lo estrecho. Estamos ante un niño consentido al que le seguimos riendo las gracias. Hasta que llegó Ayuso y mandó parar.

Esta señora llamada Isabel Díaz, y que sin explicarme por qué toda la prensa la llama por su segundo apellido, Ayuso, les acaba de dar en el morro con una nueva unidad de medida, el zendal. Con notable éxito. A unas horas del hallazgo, todo el mundo lo utiliza para hacer comparativas: TV3 nos cuesta a los contribuyentes 3 zendales, fomentar el independentismo, 17 zendales, y así. La unidad de medida parte del coste del hospital de emergencia Isabel Zendal, recién inaugurado en Madrid, con un coste según Rufián de 101 millones de euros. Un despilfarro, al criterio de este lumbreras.

Si esta señora sigue así va a curar a su partido de la complejitis tradicional de los suyos ante el nacionalismo catalán. Ya la pintan de Agustina de Aragón algunos tuiteros. No me extraña, sólo una leyenda puede salir viva del acoso y derribo a que está sometida por Iván el Terrible y el psicópata que lo contrató.

Me descubro ante el desparpajo de la señora. Linko sus hazañas para evitar quedarme sin espacio sin que ustedes aprecien los zascas que dedica al Gobierno social-comunista y a sus mariachis étnicos. Lo de social-comunista no lo digo yo, así lo acaba de bautizar a bombo y platillo Pablo Iglesias, el engreído.

A lo que iba. No quería dejar de hacerles partícipes de un hecho histórico de la máxima relevancia: Joaquim el Torra acaba de ceder al Museo de Historia de Cataluña la pancarta por la que fue condenado a un sueldo de expresidente para toda la vida con aquella frase de mármol: Llibertat Presos Polítics i Exiliats. No ha podido ser más oportuno, hace honor a un museo de cartón piedra con una fake news en toda regla. Como niños malcriados, así viven sus hazañas de Rin Tin Tin, financiados con nuestro dinero. Están en todas partes. Ahora, dando el coñazo a Madrid.

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