
Más allá de posibles consideraciones que apelen al rigor intelectual, un asunto, ese del rigor, que no tiene ninguna importancia cuando de lo que se trata es de hacer agitación política eficaz, el elegir como marco argumental de unas simples elecciones regionales el lema “Comunismo o libertad” implica por parte de sus autores un desparpajo y una audacia, sin duda, admirables. Si bien, al forzar de modo deliberado que el gran protagonista de la campaña toda, la diana estelar sobre la que se centren tanto la atención de la prensa como los miedos atávicos de la derecha sociológica, sea el teórico último de la fila, un candidato que inicia la carrera al borde mismo de no superar la barrera del 5%, algo que lo convertiría en extraparlamentario, el PP de Madrid ha decidido darle patadas a Iglesias en los culos indefensos e inadvertidos de Vox y Ciudadanos. Y no sólo. Porque también está propinando duros puntapiés en el de Más Carmena, en su día la genuina marca real del chiringuito de Errejón.
En Madrid, Podemos no existía hasta hace apenas una semana. Así las cosas, ¿tiene sentido político articular una campaña electoral de modo exclusivo en torno a un espectro fantasmal? Sí, lo tiene, claro que lo tiene. Sin ir más lejos, en la Hungría de Orbán, a diferencia de lo que sucede en Alemania, no hay instalados inmigrantes musulmanes, ni musulmanes ni de ningún otro credo; en Hungría, simplemente, no hay inmigrantes. Lo cual no impidió que el tema único de los comicios en los que Orbán arrasó fuese el inexistente problema imaginario de la inmigración islámica en Hungría. Al otorgarle el primer plano en el campo de la izquierda en detrimento del inofensivo Gabilondo y de la inocua nada ecopija de Errejón, el PP ha colocado una colchoneta elástica bajo los pies de Iglesias. Crecimiento inducido, ese que se le acaba de regalar a Podemos, que después tendrá un efecto multiplicador cuando lo reflejen las encuestas, lo que activará la máquina del voto útil. Y en dos direcciones. A siniestra, forzando trasvases cada vez mayores de Más Madrid –e incluso del PSOE– hacia Podemos. A diestra, empujando a lo poco que queda de Ciudadanos y lo mucho que migró a Vox para que vuelvan a la casa del paterna ante lo arriesgado del envite. Una jugada maestra, sí. Y peligrosa.