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José García Domínguez

El editorial conjunto del indulto

La gran solución a la querella crónica del separatismo catalán consiste en algo tan fácil como permitir que les salga gratis dar golpes de Estado.

La gran solución a la querella crónica del separatismo catalán consiste en algo tan fácil como permitir que les salga  gratis dar golpes de Estado.
Nuevo Gobierno catalán. | EFE

El independentismo catalán existe como movimiento político y cultural más o menos organizado desde hace un siglo y medio, ciento cincuenta años en números redondos. A lo largo de ese intervalo temporal, lapso que abarca ya a un buen número de generaciones completas, ha protagonizado un conflicto permanente con y contra España que, entre otras desgracias colectivas, operó como uno de los catalizadores principales, si no el principal, de la gran matanza fratricida de 1936-39. Bien, pues ese cáncer crónico que arrostra España desde casi los orígenes de la era contemporánea, esa maldición estelada, desaparecerá para siempre, y por arte de magia, si el Gobierno que preside Pedro Sánchez otorga ahora un indulto, ese mismo cuyos beneficiarios desprecian de modo abierto y público. Porque en Cataluña no volverá a haber nunca más, por los siglos de los siglos, un movimiento popular separatista digno de tal nombre si Sánchez, como se desprende de su intención expresa, pone de patitas en la calle a Junqueras y el resto de los golpistas de octubre.

Ortega, Unamuno, Azaña, incluso el general Franco por las bravas, Suárez, Tarradellas, políticos, novelistas, filósofos, historiadores, también poetas, multitud de españoles hondamente preocupados a lo largo de décadas y décadas por nuestra gran herida nacional, todos miopes sin remedio; todos tontos; todos incapaces de entender que la gran solución a la querella crónica del separatismo catalán consiste en algo tan fácil como permitir que a sus caudillos les salga gratis tratar de dar golpes de Estado cada vez que se pongan a ello. Porque la solución definitiva al llamado problema catalán, como habrán descubierto con esperanzado alborozo los lectores de las páginas editoriales de los dos diarios principales de Madrid y Barcelona, El País y La Vanguardia, del pasado domingo, no sé si inconsciente remake del célebre editorial conjunto de cuando el Estatuto, consiste justamente en eso. Así, desde ambas cabeceras se constata que, por enunciarlo en los términos dramáticos de El País, "las sentencias no han resuelto de forma definitiva el reto existencial para la democracia española que supone el independentismo". Cierto, no lo han resuelto. ¿Y qué? ¿O acaso las sentencias de los tribunales poseen como finalidad resolver retos existenciales? Como dicen los catalanes, esto va a ser para alquilar sillas. Aún no hemos visto -ni leído- nada.

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