Seamos serios. El Barcelona no tiene absolutamente nada con lo que presionar al Atlético de Madrid en ese posible trueque con Griezmann y Saúl como protagonistas. El duelo Laporta vs Gil Marín es desigual y todas las partes que se mueven en la negociación lo saben desde el minuto 1. Las cartas llevan sobre la mesa y bocarriba, dos semanas. Esto no es ni siquiera una guerra fría, porque la única bomba atómica que hay en este duelo está en el Camp Nou, se llama Messi y si explota solo dejará un invierno nuclear en el proyecto de Joan Laporta. De hecho, muchos rojiblancos prefieren no ver a Messi en el Barcelona a ver a Griezmann en el Atlético. Con eso está casi todo dicho.
¿Con qué puede meter entonces presión el Barcelona? ¿Le puede decir al Atlético que el Cholo necesita urgentemente a Griezmann para su proyecto? Hombre, se lo podría decir, pero la realidad es que el campeón de Liga viste de rojiblanco y por lo tanto el proyecto que tiene que subir de nivel ahora mismo no es el madrileño sino el catalán. ¿Le puede presionar porque el Atlético necesita vender a Saúl? No, tampoco. Si el canterano rojiblanco no va al Barcelona puede quedarse o marcharse a la Premier. Cualquiera de estas opciones sigue sin alterar ni un ápice el proyecto colchonero. Por lo tanto, lo dicho anteriormente, Laporta no puede presionar con absolutamente nada al Atlético. Con nada.
Mientras tanto, en el Wanda Metropolitano siguen con su vida normal y cuando les preguntan por el trueque dicen la verdad. Además les viene muy bien gritarla a los cuatro vientos. "Nosotros no tenemos que renovar a Messi", comentan en Madrid. Y ahí radica el nucleo central de toda esta operación porque el Atlético ya tiene a todas sus estrellas inscritas para la temporada que viene. Sus cuentas siempre están cogidas con hilos, pero de momento están amarradas. En resumen, los rojiblancos no tienen prisa, quieren a Griezmann, pero no desesperadamente, y pueden ir a darse un baño tranquilamente dejando el móvil en la toalla. Todo lo contrario que el Barcelona, que necesita ya una solución y lo mira todo el rato.
Sin la desesperación culé por la permanencia de Messi no habría ni una sola opción de que Griezmann volviese al Metropolitano y eso es lo que verdaderamente aprieta a Laporta, que a día de hoy sujeta una espada doble filo, sin mango y muy afilada. Tiene que decidir entre un posible ridículo con una operación que a priori beneficia al Atlético o la decepción histórica de ser el presidente que perdió definitivamente a Messi. Que sí, que todo esto es culpa de Bartomeu, sin embargo, el presidente que más ha guiñado el ojo y sonreído cuando le pregutaban por la permanencia del 10 no ha sido Josep María sino Joan. Sin el trueque, ¿dónde van a colocar a Griezmann? Con Griezmann en el equipo, ¿dónde van a meter a Messi? ¿Y si hacen el trueque y el Atlético se marca otro ‘Luis Suárez’? ¿Y si no lo hacen, se queda Griezmann descontento y se marcha Messi? La verdad es que no me gustaría estar en la piel de Joan.
Sinceramente creo que Laporta se divide ahora mismo en elegir qué derrota le duele menos. Sigue pensando en qué decisión le puede costar más de cara a la afición. Quedarse sin Messi o, esperando que al menos Saúl calle bocas desde el Camp Nou, darle al campeón de Liga un gran jugador que encima le costó al Barcelona 120 millones de euros hace solo 2 años. ¿Qué elegirá Laporta? Mientras tanto, el Atlético seguirá jugando en el agua con el móvil en la toalla y con el último título liguero bien guardado en su museo. Joan, mueves tú.