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José García Domínguez

El PSC no quería la inmersión

No tuvo nada que ver, absolutamente nada que ver, con el nacimiento del proyecto pujolista de hurtar la lengua materna a la mitad de los escolares catalanes.

No tuvo nada que ver, absolutamente nada que ver, con el nacimiento del proyecto pujolista de hurtar la lengua materna a la mitad de los escolares catalanes.
Salvador Illa, primer secretario del PSC. | EFE

El llamado síndrome del falso recuerdo es un término médico que remite a una patología caracterizada por el hecho de que el paciente guarda en la memoria, y como si hubiesen sido reales, supuestos acontecimientos fechados en el pasado que, en realidad, nunca existieron. Trátase, por lo demás, de una afección psíquica muy extendida entre los actuales dirigentes del PSC, la gran mayoría de los cuales, y por comprensibles razones de edad, todavía no se habían incorporado a la militancia allá a principios de los años ochenta.

De ahí que tantos de ellos aseguren ahora que la llamada inmersión lingüística, esa técnica de acoso parapolicial y persecución sistemática de la lengua materna de los niños que solo se practica en un único lugar del mundo –Cataluña, por más señas–, fue no sólo el fruto de un enorme consenso social, sino que su propio partido, el PSC, la asumió como propia desde el mismo instante de su puesta en práctica. El único problema de los falsos recuerdos es ese, que son falsos. Y resulta que, contra lo que creen recordar todos esos neoinmersores vocacionales del PSC, su partido no tuvo nada que ver, absolutamente nada que ver, con el nacimiento del proyecto pujolista de hurtar la lengua materna a la mitad de los escolares de la demarcación.

Bien harían, pues, y empezando por Salvador Illa, si dejaran de lanzar fango sobre la memoria de Marta Mata, la pedagoga socialista que nunca, y nunca quiere decir nunca, defendió esa aberración. Si no saben más porque nadie se lo ha enseñado, vayan a la Wikipedia los chicos y las chicas de las nuevas generaciones del PSC. Allí descubrirán, sin duda con perplejidad retrospectiva, que en la primera ley de normalización lingüística, la de 1983, texto apoyado por toda la izquierda catalana, la inmersión no aparecía por ningún lado. Lo que entonces se aprobó, bien al contrario, fue un sistema de aprendizaje bilingüe en el que, huelga decirlo, la ley catalana garantizaba que se recibiera la primera enseñanza en la lengua materna del alumno. Y si no quieren ir a la Wikipedia, que mi amigo Iceta les subvencione un psiquiatra con cargo a los fondos europeos. Les hará mucho bien.

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