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EDITORIAL

Francia sentencia al bipartidismo y revive el duelo Macron-Le Pen

Republicanos y socialistas han sido barridos por el centrismo de Macron y por las opciones radicales de derecha e izquierda.

Tal y como preveían los sondeos, el presidente francés y la candidata del Frente Nacional se disputarán el próximo 24 de abril la presidencia de la República Francesa como ya hicieran en 2017. Aunque el resultado favorecerá a Macron como destinatario del voto de la mayoría de las opciones perdedoras, lo cierto es que la segunda vuelta de las elecciones francesas va a suponer un nuevo factor de inestabilidad para la política europea, en unos momentos en los que resulta más necesaria que nunca su unidad para hacer frente a retos tan serios como la invasión rusa de Ucrania.

La primera consecuencia de las elecciones francesas celebradas ayer es la desaparición definitiva del sistema bipartidista imperante en Francia en las últimas décadas. Los Republicanos, partido histórico del centro-derecha francés, no llegó al 5% de los sufragios, pero bastante peor le ha ido al Partido Socialista, al borde de la desaparición al quedar en torno al 2%, disputando el último puesto a formaciones de corte meramente testimonial. Unos y otros han sido barridos por el centrismo de Macron, pero también por las opciones radicales de derecha e izquierda, lideradas por Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon respectivamente, que se hacen con casi la mitad del electorado francés en esta primera vuelta de las presidenciales.

La izquierda europea, y muy especialmente la francesa, se ha pasado décadas identificando la defensa de la seguridad ciudadana, de las rebajas de impuestos, de la institución familiar, del patriotismo y, en definitiva, de los valores fundamentales de Occidente, con la extrema derecha más rancia. Para ahondar en ese abandono de sus votantes clásicos, los socialistas y sus rivales republicanos han centrado sus mensajes en cuestiones como el lenguaje sexista o el cambio climático, dos asuntos que ofenden la inteligencia del votante medio, obligado a lidiar con problemas muy serios como la delincuencia, la subida de impuestos o la pérdida brutal de poder adquisitivo. Ahí tienen el resultado: su práctica desaparición del mapa político.

Pero el centrista Macron debe asumir también el mensaje que ayer le enviaron los electores franceses, al situar a Marine Le Pen como un referente político que muy bien podría dar la sorpresa en la segunda vuelta por la evidente moderación de sus mensajes antieuropeos. El autoritarismo de Macron a la hora de afrontar crisis como la pandemia vírica, su obsesión por ejercer un liderazgo europeo por encima de sus posibilidades y el abandono del que ha hecho objeto a las clases medias son la imagen de su fracaso cuando prometió al inicio de su mandato, como primer deber, reconciliar a los ciudadanos franceses con sus gobernantes.

No solo no los ha unido, sino que ha contribuido a polarizar en los extremos del arco ideológico la política esencialmente moderada que ha caracterizado en el último medio siglo a la V República Francesa. Los resultados de ayer no dejan lugar a la duda.

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