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Cristina Losada

Crisis, ¿qué crisis?

La corrupción se ha corrompido. Cuando no es más que un arma arrojadiza entre partidos, su efecto político se reduce.

La corrupción se ha corrompido. Cuando no es más que un arma arrojadiza entre partidos, su efecto político se reduce.
Entrevista de Susanna Griso a Pedro Sánchez. | Espejo Público

La rentrée ya no es lo que era desde que se reinicia el curso político a cada momento. Como, por ejemplo, después de Semana Santa, instante que el presidente del Gobierno ha elegido para una rentrée con una entrevista en la tele, en la que los únicos puntos de interés son los que ha dedicado al PP, del que ha hablado mal, naturalmente. La elección temática demuestra que Sánchez acusa el "efecto Feijóo", pero también que, desde su peculiar punto de vista, los problemas más acuciantes que padecen los españoles o no lo son tanto o simplemente no existen.

A la propuesta de bajar impuestos de forma ajustada y temporal que le hizo el nuevo dirigente popular en la reunión que mantuvo en Moncloa, Sánchez ha respondido, vía entrevista, con alusiones a la corrupción del Partido Popular. Y ahí dijo algo que suele repetirse como si fuera la verdad revelada, y es que al PP lo desalojó de Moncloa la corrupción. Raro que Sánchez se quite protagonismo. Porque fue él, con la ayuda de Iglesias, que armó la coalición contraria, y del decisivo giro del PNV, quien desalojó a Rajoy del Gobierno. La corrupción, más en concreto una frase en una sentencia sobre la trama Gürtel, fue el pretexto para el desalojo. Sólo el pretexto. Cuando aquella moción tomó forma, la corrupción política había dejado de ser un factor relevante en la batalla política y en la electoral.

Las corruptelas de los grandes partidos tuvieron un papel notable en la crisis que condujo al ascenso de los nuevos y a la fragmentación. Pero fue un elemento entre otros, y adquirió importancia por el contexto que proporcionaron los efectos de la gran recesión. Sin aquella crisis económica, sin los daños que ocasionó, sin el gran número de parados que dejaría, los casos de corrupción que afloraron hubieran tenido consecuencias políticas más leves. Aún así, los dos grandes partidos no quedaron totalmente barridos, cosa que el PSOE tendría que agradecer.

El paso del tiempo no ha sido magnánimo con los que hicieron bandera de combatir la corrupción y despolitizar la Administración. Tampoco lo ha sido con aquel empeño de reforma del sistema político que se agrupó bajo el lema de la regeneración. ¿Qué queda hoy de todo aquello? Y la corrupción se ha corrompido. Cuando no es más que un arma arrojadiza entre partidos, su efecto político se reduce. Los partidarios sólo se escandalizan por la corrupción del rival, y son benévolos o descreídos con la propia.

Si esta rentrée de Sánchez prefigura alguna dirección política duradera, la política del Gobierno frente al cúmulo de problemas económicos que tenemos va a consistir en atacar al principal partido de la oposición. Nada nuevo bajo el sol. Pero será difícil resistir con tan pobre equipaje los casi dos años que quedan hasta las generales, si, como dice, convoca en diciembre de 2023. Ah, quiere agotar los plazos para que "recuperaremos la costumbre de que las legislaturas duren cuatro años". Buena costumbre, sí, pero no pensaba lo mismo cuando interrumpió a medio camino la legislatura de Rajoy.

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