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Santiago Navajas

Pedro Sánchez y la falacia del Concorde

El araquistainismo, como Azaña se refirió al envenenamiento sectario del PSOE, ha vuelto a conquistar Ferraz.

El araquistainismo, como Azaña se refirió al envenenamiento sectario del PSOE, ha vuelto a conquistar Ferraz.
Pedro Sánchez en un acto del PSOE en Arona (Tenerife). | Europa Press

Es posible que Pedro Sánchez sea una amenaza política como no ha habido otra en la izquierda desde Negrín, Prieto, Largo Caballero y Pasionaria. Juan Ramón Jiménez denunciaba que comunistas y socialistas, como José Bergamín y Luis Araquistáin, le tachaban de fascista. Lo que además de suponerle un peligro de muerte en el Madrid republicano, de donde tuvieron que salir también pitando Clara Campoamor y José Castillejo por las amenazas de los que ansiaban una república Stalin Style, le suponía una afrenta moral a quien como JRJ era el más idealista de todos los republicanos, el más popular de todos los demócratas. Lo que no era óbice para que calificase a los principales líderes republicanos con la dureza de quien siempre combinó el ojo analítico con la implacabilidad de la verdad. Negrín le parecía un ladrón y un anormal; Prieto, un ladrón y un analfabeto; Largo, un criminal; y la Pasionaria, una demagoga sectaria.

Araquistáin fue el ideólogo de la radicalización del PSOE durante la Segunda República, el valedor del asalto a lo que quedaba de liberal en una república que rápidamente se había despeñado por el abismo revolucionario que había azuzado Largo Caballero. El araquistainismo, como Azaña se refirió al envenenamiento sectario del PSOE, ha vuelto a conquistar Ferraz, ejerciendo Rodríguez Zapatero como nuevo Largo Caballero y Pedro Sánchez, de Araquistáin. El bolchevismo de antes se ha travestido de populismo y la apuesta de Sánchez por seguir apoyándose en la extrema izquierda para su gobierno está conduciendo a España a un callejón sin salida económico, político y ético.

Sánchez, que tiene de planta todo lo que le falta de intelecto, ha sucumbido a la falacia del Concorde. Cuando descubres que te has gastado diez mil millones de dólares en una idea que no parece funcionar, ¿qué haces? Existe la tentación, y esta es la falacia, de no querer admitir que los diez mil millones es como si se hubieran tirado a la basura, así que se sigue invirtiendo. Es decir, quemando todavía más miles de millones. Es lo que paso con el faraónico e ineficiente avión que volaba en poco más de tres horas de París a Nueva York. También se podría llamar la Falacia de Abengoa, por la empresa andaluza en la que hemos enterrado cientos de millones de euros del presupuesto público para nada. Lo que nos enseña la lógica es que las decisiones, sean económicas, políticas o de cualquier otra índole, hay que basarlas en la rentabilidad actual, no en lo que se ha invertido en el proyecto.

Si Sánchez jugase al póker de la política como un profesional y no como tahúr, aplicaría la primera regla que se aprende entre mano y mano: "No pierdas más dinero para recuperar lo perdido". Pero Sánchez no se juega su dinero, sino el nuestro; y no le importa el interés general, sino su propia supervivencia. ¿Qué cómo se terminó de inyectar dinero en el agujero negro del déficit del Concorde? A raíz de un accidente en el que murieron todos los pasajeros, toda la tripulación y cuatro más que pasaban por Gonesse, París. Serán muchos más los damnificados por ese piloto irresponsable y analfabeto que es Pedro Sánchez, que no dudará en tildarnos a todos los que no defendemos el Estado de Derecho, la economía libre y la sociedad abierta de "fascistas". Que Juan Ramón Jiménez nos ilumine y nos proteja.

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