Menú
Luis Herrero Goldáraz

Un posado en el infierno

¿Por qué la impostura ante el dolor nos encocora? ¿Qué verdad necesitamos? Supongo que, delante de ella, preferimos el silencio a la mentira.   

¿Por qué la impostura ante el dolor nos encocora? ¿Qué verdad necesitamos? Supongo que, delante de ella, preferimos el silencio a la mentira.   
La esposa de Zelensky, Olga Zelenska, posando para Vogue junto a soldados ucranianos. | Twitter

Las fotos del matrimonio Zelensky para Vogue pueden ser un nuevo hito en eso que hemos dado en llamar cultura popular. E incluso a lo mejor, quién sabe, terminan desbordando la barrera warholiana y se convierten en algo más, aunque ahora mismo no se me ocurra qué. Como en todo, con ellas hay opiniones para todos los gustos, lo que viene a significar que la guerra de Ucrania no ha entrado definitivamente en nuestros salones y aún podemos seguir jugando a desentrañar sus excentricidades como si fuéramos entomólogos.

—A mí me parecen bien, chica. A ella se la ve divina y además es la mejor manera de hacer llegar su mensaje a las élites internacionales.

—A mí me parecen una ordinariez. Una frivolidad. La guerra es cosa seria. Hay que indignarse. No puedo creer que no te indigne. ¡Al menos fíngente indignado!

La vida se resume en fingimientos. Quizá la muerte sea poco más que el fin de eso. Así que las fotos del matrimonio Zelensky para Vogue pueden ser un nuevo hito en la historia de la filosofía contemporánea, también. Un mito perfectamente actualizado, ideal para enmarcar las grandes preguntas de nuestro tiempo. Quién sabe lo que habría hecho Platón con semejante material.

Sobre todo, nos hacen plantearnos cosas. ¿Qué separa lo real de lo aparente? por ejemplo. ¿Por qué este reportaje nos sulfura? Si fuéramos Arcadi Espada señalaríamos, tal vez, que una cosa es reconocer el limitadísimo poder de la fotografía, impotente representación de una realidad que nunca logra atrapar del todo, y otra sucumbir a la tentación de la ficción y disponerse a maquillar la realidad conscientemente. Con lo primero se puede hacer periodismo, con lo segundo no, nos recordaría. Y tendría razón.

zelensky-vogue.jpeg

Yo, menos interesado en la portada y más en la labor de la fotógrafa, no puedo evitar pensar que incluso un posado en una guerra refleja algo perfectamente cierto. No me refiero a la metáfora del sino vulgar del hombre, actor condenado a representar un papel hasta en el filo exacto de la muerte. Me refiero a la realidad concreta de que Olena Zelenska estuvo allí, hace unos días, posando entre los escombros. Allí, en la misma guerra seria y apabullante que ha hecho temblar las ficciones de tanta gente, a poca distancia del estallido y de la furia, un presidente posó frívolamente. Y si en el preciso instante en el que Leibovitz fijó su objetivo sobre el matrimonio hubiese caído una bomba, la instantánea habría capturado el segundo en que ambos actores se habrían visto relegados de la obra. La muerte se habría abierto paso entonces, con toda su miseria y todas sus vísceras. Y la realidad habría seguido siendo igual de absurda un segundo después, para todos los que todavía sobrevivimos en ella.

La verdad más cruda se abre paso siempre, atravesando maquillajes, pero es difícil reconocerla a través de intermediarios. Una cámara no puede captarla. La deja siempre allí, del otro lado, inasible y transparente, porque quienes tenemos que comprenderla sólo la podemos intuir. Para comprender algo tan evidente como la muerte hay que estar muerto. O quizá ni entonces. Así que surgen más preguntas. ¿Por qué la impostura ante el dolor nos encocora? ¿Qué verdad necesitamos cuando la gravedad se aferra a nuestros pies? ¿Qué nos exige? ¿Será que ansiamos mirarla tal como es, cuando se presenta, rotunda, en los momentos afilados? ¿No apartamos siempre la mirada ante su aterradora desnudez? Supongo que, delante de ella, preferimos el silencio a la mentira. Y eso ya nos dice algo.

Temas

En Internacional

    0
    comentarios