
Contra lo que tiende a creerse, la normalidad constituye la principal característica que retrata la naturaleza de Podemos. Podemos, sí, es un partido normalísimo, tan normal como todos los demás. Al punto de que en su funcionamiento interno cotidiano no se diferencia en absolutamente nada del resto. Y dentro de los partidos normales y corrientes, verbigracia ese que usufructúa Iglesias, la pauta habitual y rutinaria consiste en que todo el mundo luche sin tregua contra todo el mundo con un propósito único: copar la mayor cantidad de cargos directivos posibles, puestos de la jerarquía organizativa que, también por tradición, constituyen la preceptiva antesala cara a consumar el objetivo último de acceder a empleos de responsabilidad institucional en la Administración.
En ese gremio profesional las cosas funcionan así. Y conviene traerlo sabido de casa. De ahí que los alardes de sintonía que de un tiempo a esta parte se suceden entre la principal adversaria de la familia Iglesias-Montero, la vicepresidenta Díaz, y la secretaria general de Podemos, Ione Belarra, requieran de una lectura política. Como puede atestiguar cualquier experto en marketing, crear marcas es una de las labores más complejas y arriesgadas que existen en el mundillo de los vendedores de humo. Porque alumbrar marcas de la nada exige no sólo mucho dinero, sino también mucho tiempo, además de suerte.
Una marca, ya sea un desodorante, un refresco de naranja, una emisora de radio o un partido político, jamás se consolida de la noche a la mañana. Es un empeño que, por el contrario, exige un lento rodaje. Pero existe algo mucho más complicado todavía que crear marcas, a saber: tratar de competir en el mercado con una marca que ya esté quemada. Y la marca Podemos no es que esté solo quemada, es que está abrasada. Yolanda Díaz es mujer realista. Sabe, pues, que con Podemos no se va a ninguna parte, pero que sin la estructura organizativa de Podemos tampoco llegaría muy lejos. ¿Intuye el lector que estoy hablando de una escisión de cuadros dirigentes de Podemos, disidencia colectiva que se uniría a Díaz para dar cuerpo a una plataforma que, a falta de recursos y tiempo para concurrir en solitario a las generales, firmaría ir en coalición con el PSOE tras colocar a sus candidatos en las listas socialistas? ¡Bingo!