Menú
Carmelo Jordá

Los que no han votado la Constitución

Para la utilidad de una Constitución es completamente intranscendente que la hayan votado los adolescentes mentales.

Para la utilidad de una Constitución es completamente intranscendente que la hayan votado los adolescentes mentales.
Irene Montero en un acto de Podemos. | EFE

Todos los 6 de diciembre tenemos que soportar un despliegue de estupidez absolutamente innecesario alrededor de la Constitución que, se supone, festejamos un día al año, aunque estemos los otros 364 demoliéndola ladrillo a ladrillo.

Hay gestos políticos más o menos significativos y con un acierto que podríamos discutir, hay discursos que suenan y son más falsos que un euro de madera, hay sincero respeto y también se puede encontrar el sectarismo habitual de la izquierda, que no deja fiesta, institución o acontecimiento histórico sin manosear.

Ver a Sánchez presumiendo de Constitución es, desde luego, un espectáculo que le revolvería el estómago a un tragasables. En ese sentido es de agradecer la sinceridad de Podemos, que siempre ha renegado de la Carta Magna y nunca ha dejado de decirlo, aunque la mayor parte de la izquierda tampoco ha acabado nunca de creérselo.

Sin embargo, lo que más me molesta de estos días no es la hipocresía o el cinismo, es la ignorancia con la que la gente confunde la Constitución con no sé muy bien el qué, pero desde luego no con lo que es y debe ser una ley suprema cuya principal función es perdurar en el tiempo. A pesar de ello, no hay 6 de diciembre en el que una miríada de idiotas no exhiban como argumento de autoridad para criticar la Carta Magna que "yo no la he votado".

Es posible que todos los profesores de historia que he tenido fuesen unos fascistas, pero siempre hemos estudiado que andar cambiado de Constitución cada pocos años era una fuente segura de atraso: así ocurrió en todo el siglo XIX y parte del XX en nuestro propio país. Y ahí tenemos también el ejemplo de lo que ocurre cuando haces lo contrario: Estados Unidos votó su Constitución en 1787 y ese marco institucional les sirvió para convertirse en la nación más poderosa sobre la tierra en sólo 150 años.

Nuestra Carta Magna tiene bastantes aciertos y algunos defectos, pero entre sus virtudes tiene una esencial: haber sido apoyada por más del 90% de los españoles, porque para la utilidad de una Constitución es completamente intranscendente que la hayan votado los adolescentes mentales que se creen que las papeletas dan derecho a todo. Ya sé que para ellos y su infinita necesidad de atención y protagonismo no puede haber nada mejor que lo que ellos han aprobado, pero la mejor Constitución que redactásemos ahora sería mucho peor que la que tenemos si en lugar de apoyarla el 90% la votase el 51%, el 60% o incluso el 70% de los españoles.

"Es que yo no he votado la Constitución", te dicen poniendo encima cara de indignado y sin darse cuenta que eso es, precisamente, garantía de al menos cierta calidad.

Temas

En España

    0
    comentarios