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Antonio Robles

El camelo de la consulta no vinculante

Conceder una consulta no vinculante sería peor que forzar un referéndum ilegal. De éste nos podríamos defender, de aquella, no.

Conceder una consulta no vinculante sería peor que forzar un referéndum ilegal. De éste nos podríamos defender, de aquella, no.
Pere Aragonés con Salvador Illa en el Parlamento catalán

No ganamos para sustos, con la mortaja de la sedición aún caliente y el delito de malversación servido a la carta de secesionistas corruptos, ERC arremete sin misericordia contra Pedro Sánchez con una nueva exigencia, el derecho de autodeterminación pactado con el Estado a imagen y semejanza de la ley de claridad de Canadá diseñada en el 2000 para despejar el camino a la independencia del Quebec. No han esperado al Congreso de ERC del próximo 28 de enero donde presentarán esa iniciativa. Ufanos, ya la han publicitado a sabiendas de que dejan al gobierno de Sánchez con el culo al aire. Ellos están a la suyo: barrer del mapa electoral a su rival político en Cataluña, Puigdemont y Junts, para convertirse en el partido de gobierno de Cataluña. La misma ambición de Pedro en España. Amigos para siempre. O hasta que la independencia los separe.

Ante el acoso, han tenido que salir en tromba varios miembros del gobierno para escenificar su oposición. El ministro de la presidencia, Félix Bolaños ha sido el más tajante: "No va a haber ningún referéndum, ni por vía unilaterial, ni pactada". Nos ha dejado más tranquilos. Aunque en estos tiempos de mudanza, dura poco la mentira en casa del rico: "No habrá autodeterminación, pero sí consulta a los catalanes", Salvador Illa, primer secretario del PSC. De momento, ¡la puntita nada más!

Hace 15 día aún podríamos pensar que la pretensión de un referéndum pactado nunca sería aceptada por el Estado porque la Constitución lo impide. Y reformar la Constitución en tiempo y forma con 3/5 partes del Congreso y Senado para incluir tal derecho se nos antojaba un imposible. Pero vistas las maneras que se gasta Pedro para reducir la mayoría cualificada de 3/5 a mayoría absoluta para maniatar a los jueces, cualquier cosa es posible y ninguna inocente. Empezando por colarnos una consulta no vinculante ahora mismo posible.

Ya he advertido en estas mismas páginas que el remedio puede ser peor que la enfermedad. Conceder una consulta no vinculante sería peor que forzar un referéndum ilegal. De éste nos podríamos defender, de aquella, no.

Desde que el catalanismo mutó de reivindicación cultural a resentimiento político para reducirse seguidamente a nacionalismo étnico, su ser consiste en regodearse en un odio irracional a España y cuanto representa. Y de paso, consolidar su ventajismo económico, cultural, económico y político.

Necesitan decidir, sentirse dueños de lo que ya son dueños, sin moscas que les importunen, pero no perder el paraguas del Estado y el mercado que su territorio garantiza. O sea, hacer lo que les rote e imponer su mentalidad identitaria sin traba alguna que delimite sus privilegios.

Dicho de otro modo, la razón del grueso del separatismo es reclamar la independencia, tener el derecho a decidir como niños consentidos y contrariados por un Estado al que consideran inferior. Es la manera en que podrían vengarse de una España a la que desprecian. Ahí se acaba su pulsión independentista, en desearla y en ejercer el derecho a decidirla. Les gratifica más el pulso que obtenerla. Tampoco sin descartarla. Si lograrla no tuviera coste alguno.

Y aquí reside el riesgo, si el Estado accede a una consulta no vinculante en Cataluña como un acto de pura democracia plebiscitaria sin consecuencias, más allá del hecho de ejercer el derecho a la consulta, el referéndum podría ganarlo el nacionalismo. Si no va en serio, la bravuconada tiene una oportunidad: ¡qué placer humillar a aquesta gent tan ufana! Pero a partir de ahí, se habría abierto a un nuevo relato: hemos votado y somos mayoría. De ahí a exigir un referéndum vinculante, denlo por hecho.

Ocurriría algo muy similar si la consulta no vinculante se hiciese en toda España. Aún sería mayor el porcentaje de votos en Cataluña a favor de la independencia. ¡Qué oportunidad de decirle a estos españoles altaneros sin riesgo alguno, que los catalanes somos una nación! Y al día siguiente, a seguir importunando.

Por el contrario, si se realizara un referéndum a cara de perro en Cataluña con la amenaza real de ruptura, y el tiempo previo suficiente para visualizar las consecuencias reales de tal decisión, el resultado sería otro. ¿Por qué? La paradoja la expresó como nadie el expresidente del Barça Sandro Rosell en la Sexta: "Votaría que sí en un referéndum, pero si ganase la independencia me iría de Cataluña".

Pero más allá de cualquier suposición, la soberanía no se trocea, ni se cede a mafias territoriales. Por una sencilla razón, es propiedad de todos los españoles.

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