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Santiago Navajas

Plutócratas, estadistas y hetairas en Davos

Smith sabía que los empresarios sueñan con estados intervencionistas como los androides humanoides sueñan con ovejas electrónicas.

Smith sabía que los empresarios sueñan con estados intervencionistas como los androides humanoides sueñan con ovejas electrónicas.
Pedro Sánchez, durante su discurso en el Foro de Davos. | EFE

Las prostitutas hacen su agosto en enero. Al menos en Davos, aprovechando que se celebra el Foro Económico Mundial, el anual encuentro de plutócratas, estadistas, economistas y algún que otro artista. Cobran 700 euros por una hora y 2300 euros por toda la noche (más gastos de viaje). Hablan varios idiomas, Davos es una localidad suiza de localización, pero cosmopolita de vocación. Salomé Balthus, por ejemplo, habla inglés, por necesidad, francés, por especialización, y un par más: alemán, por nacimiento, e italiano, la lengua del amor desde Dante y Petrarca.

Soy esclavo de tu amor, y no puedo escapar,

aunque quisiera huir.

Salomé es trabajadora sexual en Alemania, donde la prostitución es legal como en Suiza. Salomé es a la prostitución como un Rolex a la relojería: cara, sensual, hermosa, precisa y sofisticada. Leemos en Thomas Mann que la denominación que mejor le corresponde no es ni "trabajadora sexual", demasiado burocrático, ni "prostituta", excesivamente vulgar, sino "hetaira", un término que le da un aire a sacerdotisa griega de Afrodita. Mann escribió La montaña mágica sobre un balneario para tuberculosos en Davos en el que no paraban de comer suntuosamente, hacer senderismo de altos vuelos y debatir inteligentemente sobre todo lo divino y demoníaco. Pero es en Doctor Faustus, sobre un músico que vende su alma al diablo por una composición suprema, donde aparece la Hetaira Esmeralda, el heraldo de Satán para consumar el pacto de servidumbre: "Fue una mariposa nada más, el solo contacto de Hetaira Esmeralda, la bruja de lechosos filtros, a la que seguí, persiguiéndola, hasta las verdes frondosidades que son gratas a su transparente desnudez, semejante a un pétalo cuando el aire la lleva, y allí gusté de ella, desoyendo su advertencia. Así fue. Lo que hizo conmigo fue acto y veneno de amor. Así se consumó la iniciación y quedó cerrado el pacto".

Que Salomé Balthus ha leído a Thomas Mann es algo de lo que no me cabe duda. Pero no pondría la mano en el fuego sobre que los plutócratas, estadistas y economistas allí reunidos hayan leído a Adam Smith. Al Gore, Lawrence Summers, Cathy Li y otros grandes contaminadores en sus jet privados ilustran al mundo sobre las ventajas de reducir la emisión de CO2 al tiempo que diseñan el mundo futuro con coches eléctricos, placas solares y toneladas de insectos a la plancha. Mientras, los músicos hermanos Tawadros amenizan las veladas con su posmoderna y ecléctica fusión de música egipcia con toques de jazz. No me extrañaría que por allí anduviese Dabiz Muñoz. Solo un cocinero (perdón, chef) de dieciocho ingredientes por plato deconstruido puede superar en ganancias a una prostituta (perdón, hetaira) en Davos.

En La riqueza de las naciones, Adam Smith sugería meter en la cárcel a los empresarios que se reuniesen porque no iban a hablar de otra cosa que pactar precios. "Gente del mismo oficio rara vez se reúne ni tan solo para alegrarse o divertirse sin que la conversación termine en una conspiración contra el público".

Es decir, corromper los mercados para imponer a la mano invisible de la competencia la no menos invisible mano de la manipulación bajo cuerda. Y es que Smith sabía que los empresarios sueñan con estados intervencionistas como los androides humanoides sueñan con ovejas electrónicas. En Davos vemos la reencarnación del Comité Estatal de Planificación de la URSS solo que con capitalistas tratando de domesticar el capitalismo para ponerlo al servicio de sus intereses monopolísticos, de manera que se levanten barreras a la entrada a las tecnologías emergentes y los Estados impongan medidas intervencionistas que salvaguarden sus empresas de la competencia. Un ejemplo es uno de los artículos que recoge la web del FEM: "Es hora de afrontar el mayor reto de la humanidad acelerando la transición hacia la energía verde".

Tiene la apariencia de ser un artículo técnico-científico, pero muestra en realidad cómo la industria de las energías solar y eólica está transformando nuestros paisajes y nuestras costumbres con la excusa del cambio climático, azuzado en forma de alarmismo catastrofista, y el chantaje emocional del ecologismo a mayor gloria de la industria energética que ha "apostado" por este tipo de energía en detrimento de los combustibles fósiles y la energía nuclear. Si el precio a pagar por ello es que la clase media tenga que dejar sus automóviles parados en la cochera y obligatoriamente circular en transporte público no es problema de los que como Leonardo Dicaprio o Pedro Sánchez solo se bajan del avión para repostar queroseno y champagne.

El Foro Económico Mundial es una versión del Big Brother orwelliano formado por la colusión entre grandes Estados, de EE.UU a China, pasando por la UE, y grandes plutócratas, de las tecnológicas a las farmacéuticas pasando por la armamentística. Con Larry Fink, del mastodóntico fondo de inversiones Blackrock, ejerciendo de domador de pulgas que bailan a su alrededor. Como dijo sarcásticamente el consejero delegado de JPMorgan, Jamie Dimon: "El FEM es donde los multimillonarios dicen a los millonarios lo que siente la clase media".

En suma, la alianza entre el poder y el dinero de unas"élites" que se creen con la misión, el deber y el destino de guiar a la humanidad. Nos venden que es por nuestro bien común, pero es por su beneficio particular. Al menos, a las hetairas les va de puta madre.

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