Menú
Antonio Robles

Ramón Tamames, ¿Cincinato o abuelo cebolleta?

España no puede permitirse una nueva legislatura presidida por un ególatra encamado con todos los enemigos de la nación.

España no puede permitirse una nueva legislatura presidida por un ególatra encamado con todos los enemigos de la nación.
Fotografía de archivo de Ramón Tamames, tomada el 21 de junio de 2022. | EFE

Alea iacta est. Con la moción de Censura presentada ya es inútil lamentar la apuesta. Fuera error o locura, solo resta enfrentarla con la mejor disposición y provecho. El aspirante a presidente de gobierno no dispone de mayoría parlamentaria para sacar de la Moncloa al peor presidente de la democracia, pero la apuesta le dará la oportunidad de dejar al impostor en cueros.

No es órdago menor. En este trance histórico, España no puede permitirse una nueva legislatura presidida por un ególatra encamado con todos los enemigos de la nación. No se trata de contrastar el mal gobierno y la ideología que lo anima, o no sólo, sino mostrar a la ciudadanía la deriva sectaria, autocrática que está demoliendo los fundamentos mismos de la democracia y la tolerancia entre españoles. Cuando la mentira y la manipulación sistemáticas amenazan con gangrenar el alma misma de la democracia, y el desprecio al adversario arrincona hasta las formas más elementales de tolerancia, estamos a un paso de la quiebra de las instituciones como garantía del cumplimiento universal de las leyes. Y en ese instante, y en ese punto, ya nada está a salvo. Ni el propio Estado de Derecho. Esto es lo que nos jugamos, la confianza en nosotros mismos como civilización democrática. Si la moción de censura tiene algún sentido, es ese. Y sólo un hombre justo, neutral, por encima de partidismos ideológicos y políticos, podría devolvernos al mejor momento de nuestra historia, al abrazo sincero de los contendientes de la Guerra Civil encarnado en la Transición del 78.

Don Ramón Tamames es un hombre culto, cree en España y sabe lo que nos ha costado llegar hasta aquí. Su propia vida es el triunfo de la inteligencia, la generosidad y la reconciliación entre españoles. Contrastar esa larga lucha de viejo luchador antifranquista con el cainismo maniqueo de este gobierno de aventureros que confunden su ideología con la democracia podría ser inspirador para los ciudadanos. Y devolvernos la confianza en la política como servicio público.

Hay muchos riesgos en la apuesta, y sobran cálculos políticos. Todos resumidos en la sobada sentencia de "cuando tu enemigo se equivoca, no le distraigas". La consideración es correcta, pero no es tiempo de partidistas, ni mediocres, sino de lucidez y generosidad para percibir que la consolidación de "España como sugestivo proyecto de vida en común" de Ortega nos lo estamos jugando de nuevo, como en el 98, como en el 36, o como en el 78.

Pueden salir demasiadas cosas mal. Empezando por la sobreactuación de Vox si en la intervención inicial para presentar al ponente lo tratara de suplantar o patrimonializar. O la tentación de Sánchez o Bolaños (¿…?) de convertir al viejo profesor en abuelo cebolleta y la moción de censura en la consolidación de un campo minado de trincheras maniqueas. Sería la muerte de las ideas y de la razón como instrumento político civilizado. El peor de los escenarios.

Don Ramón bien podría ser nuestro Cincinato (519-439 a.C.) ese hombre cabal y virtuoso que sólo intervine en política para devolver la libertad a Roma y regresar a su hacienda para seguir labrando el campo sin otra ambición que haber cumplido con su deber. Es la metáfora moral del buen gobernante entregado a la responsabilidad de servir al pueblo, en lugar de servirse de él. Don Ramón Tamames está en condiciones de representar ese papel con esta moción de censura. Por condiciones intelectuales y atributos morales. Hasta la edad le acompaña. ¿Qué otra cosa mejor le resta por hacer que morir con dignidad?

No es tarea fácil, los cálculos políticos de unos y otros le quieren arruinar el intento. Los Hunos por ampliar la brecha electoral, los hotros por hacerse imprescindibles, y todos por miedo al socavón desconocido que genera. Hasta Arcadi Espada ha querido convertir al impredecible Ramón Tamames en sospechoso. Con razones, eso sí. El martes pasado publicaba en El Mundo la predisposición del profesor a considerar un "nuevo estatus" para la autonomía de Cataluña otorgándole la condición de "nación catalana". La propuesta por carta a Artur Mas aparece en su libro Adónde vas, Cataluña de 2018, publicado inicialmente en 2014, en pleno procés. Junto a esa extravagancia, contempla varias concesiones más, la más lesiva de todas, la limitación de la solidaridad territorial a un 4% del PIB regional (una de tantas mentiras que el nacionalismo propagó en Europa, amparándose en el modelo inexistente de Alemania) Supongo que el viejo profesor ya se habrá enterado del bulo. Aunque en Madrid, la predisposición a justificar el victimismo catalanista es tan generalizado, que resulta grotesco. Así nos ha ido.

Me sorprende, no obstante, que Arcadi sea tan poco comprensivo con el viejo profesor, dispuesto siempre a enmendar errores como buen librepensador que fue siempre. Si bien es cierto que entregar a Artur Más la llave de la "nación catalana" es de una ingenuidad impropia de su altura intelectual y experiencia política (sería como abrirle las puertas a la independencia); hacerlo además el 3 de Octubre de 2017, el mismo día en que el Rey Felipe VI instó a los poderes del Estado a hacer cumplir la Constitución, fue un grave error rayando en la deslealtad. Aunque por su trayectoria, y sobre todo por su posicionamiento actual, su defensa de la soberanía nacional es incuestionable.

No es el primero, ni será el último que caiga en las trampas del nacionalismo. Pero quienes desde los años ochenta hemos luchado en Cataluña contra la toxicidad catalanista (no traten de distinguirla del nacionalismo o el independentismo, forman parte de su estrategia supremacista), celebramos cada mente que se libra de esa peste, y lejos de pasarle cuentas, le agradecemos el gesto y celebramos la decisión. Y se libran pocos de la equidistancia o la colaboración velada o explícita. El propio Arcadi se negó a contemplar la inmersión lingüística y la exclusión de los derechos castellanohablantes como la clave de la construcción nacional. Se lo reproché en la primera Carta abierta a Arcadi Espada (23/10/2005) a un año vista de la creación de C´s. Nunca se dignó hacer acuse de recibo. Después la convertí en tradición. La recibieron los presidentes de España que nos han traído hasta aquí, Luis Rodríguez Zapatero, y Pedro Sánchez con las debidas correcciones y actualizaciones. Claro, que a la luz de lo que han hecho, mi ingenuidad conmueve.

Esa indiferencia tan de Arcadi la sufrió especialmente la Asociación por la Tolerancia, nave nodriza de la Resistencia al nacionalismo en los años noventa, y Cadeca, la primera asociación de madres contra la inmersión lingüística, en su libro Contra el nacionalismo (1997). No sólo nos cuestionó, también nos falsificó. Como los propios nacionalistas. Hasta se permitió especular con el atentado a la vicepresidente de Cadeca, Asunción García. Uno de los episodios más siniestros del periodismo catalán. Trabajaba entonces en El País. Ni siquiera llegó a firmar los manifiestos de Foro Babel (1997-1998), cuando más de 200 intelectuales se habían atrevido a salir del armario y la Resistencia al nacionalismo catalán era respetada en amplios espacios de la sociedad catalana.

Habríamos de esperar a la vuelta de Roma de Pascual Maragall y a la impostura de su Tripartito para que Arcadi se decidiera por fin a considerar lo que antes había ignorado. Curiosamente, para convertirse en uno de los impulsores de C´s. Y en el trance, la Asociación por la Tolerancia le concedió el Premio a la Tolerancia en 2005.

Su discurso de agradecimiento, que recojo en Historia de la Resistencia al Nacionalismo en Cataluña (pág.398-400) fue uno de los mejores que he oído contra la cobardía intelectual de esa época. Si alguien albergara alguna duda, que proteja el corazón y reprima el ánimo si se atreve a leer esa joya que acaba de publicar en El Mundo (26-2-2023) a propósito del acoso a las niñas argentinas de la escuela de Sallent y su posterior intento de suicidio. Una murió y su hermana está gravemente herida. Vivir y morir en una lengua equivocada.

Dejemos, por tanto, que las últimas primaveras de un anciano sabio nos dé la oportunidad de recordarle a esta generación de adanistas sin escrúpulos que todo lo que son se lo deben a generaciones escarmentadas y más sabias que ellos.

Temas

En España

    0
    comentarios