
Los tres días –20 al 22 febrero 2023– quedarán grabados a fuego, en el corazón de muchos españoles, recordando agradecidos quién fue la artífice del acontecimiento: la Comisión de Control Presupuestario del Parlamento Europeo. Y digo que en el corazón de muchos, y no de todos los españoles, porque siempre hay quienes prefieren no enterarse de lo que no les gusta, aunque ello suponga que toda la nación viva en la ignorancia.
Se dirá que no hay nada nuevo bajo el sol y que lo dicho por la señora Hohlmeier se venía pensado por muchos españoles desde que el gobierno de Sánchez es el que es, y más, valorando riesgos desde que recibió el primer envío de fondos para la recuperación… Pero la autoridad de la señora Hohlmeier no puede ignorarse por las acusaciones de fascista, franquista o de machista, lo cual no es poco.
No puedo ocultar mi curiosidad morbosa de conocer, antes de estas líneas, la reacción, esperadamente diferenciada, de los medios españoles sobre el resultado de la visita. Y fue, como era de esperar.
Unos consideraron que la sangre no había llegado al río, cuando por los testimonios entrecomillados –yo no estaba facultado para acudir a la rueda de prensa– me da la impresión que la sangre desbordaba el río, cosa que también es así para otros.
A decir de no pocos, hubo mucha palabrería innecesaria, lo que prolongaba las sesiones más allá de lo prudente. Un vivo reflejo del vicio español de falta de concreción, sobre todo cuando no se tiene interés en concretar, sino en sobrevolar los temas y agotar a la otra parte, aunque este no fue el caso de la señora Presidenta de la Comisión de Control, que sabía lo que quería.
Lo intolerable fueron los gestos de mala educación que, en este caso, tanto por la ausencia de personas obligadas a estar presentes como de premuras en quien no tenía mayor obligación que participar en la reunión, se prolongase lo que se prolongase –señora ministra de Hacienda–. Sus urgencias fueron un desprecio al objeto de la reunión. Y ello porque no era una cuestión menor; al menos para los españoles que, deseosos de conocer lo que se nos niega, teníamos una oportunidad única que no se repetirá mientras gobierne el Sánchez coaligado.
La expresión de la señora Hohlmeier es un buen epitafio para el incierto destino de los fondos europeos llegados a España. Increíble, aunque cierta, la frase ha quedado para la historia en: "Es imposible seguir el rastro de los fondos hasta el beneficiario final". Lo suponíamos, pero verlo dicho así, y por la concreción con que se dijo, causa vergüenza a los españoles que sienten la condición de tales.
Un compañero me decía hace unas semanas que quería saber dónde estaban depositados los fondos. ¿Qué entidades financieras están usándose como intermediarias para su asignación? Yo, tristemente, no pude ayudarle en su desazón, pero convendría conocerlas, porque pueden ser muy reveladoras.