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El extraño caso de la contable de UGT

Si no aparece el trabajador, ya se sabe: "nosotros administramos dinero público, y el dinero público no es de nadie".

Si no aparece el trabajador, ya se sabe: "nosotros administramos dinero público, y el dinero público no es de nadie".
El secretario general de UGT, Pepe Álvarez. | EFE

¿Cómo es posible que se pasen a la firma 657 talones bancarios, por un importe de unos cuatro millones de euros y el responsable que ha de validarlos [el secretario general de la UGT de Madrid] considere ciertas las explicaciones que se le dan en cada operación de rúbrica? Voy a intentar explicárselo.

Retrocedamos a los años de la Gran Recesión. La crisis financiera que arrancó en 2007, y que el presidente Zapatero negó hasta que huyó dejando el país al borde del rescate, había provocado a julio de 2012 el cierre de 210.120 empresas, según la estadística que en ese mes publicó la Seguridad Social. Cientos de miles de trabajadores perdieron su empleo y quedaron con salarios "pendientes de pago a causa de insolvencia, suspensión de pagos, quiebra o concurso de acreedores de los empresarios". En estos casos interviene ese organismo para "hacer efectivos los salarios en la cuantía, forma y con los límites previstos en el artículo 33 del Estatuto de los Trabajadores" [Real Decreto 505/85 de organización y funcionamiento del Fondo de Garantía Salarial, FOGASA]. Es decir, el FOGASA va a pagar una parte de la deuda salarial, que es crédito preferente.

¿Cómo se reclama? Un procedimiento habitual es que los trabajadores encomienden a un sindicato que inicie los trámites. Pongamos que acuden a la UGT. Esta les va a pedir un poder notarial mediante el que cada uno de los despedidos autoriza a que el FOGASA ingrese en la cuenta del sindicato la cantidad que le corresponda una vez concluida "la instrucción del expediente para la comprobación de su procedencia". Hay que insistir en esto: es necesario un poder notarial para que el sindicato reciba el dinero. De lo contrario, el FOGASA lo ingresará en la cuenta que indique el interesado. En estos casos, si el trabajador no está afiliado, el sindicato no inicia el expediente porque no asegura el cobro de los gastos de tramitación.

Volvamos a los años de la crisis. Miles de trabajadores emigrantes han salido de España al no encontrar empleo. Otros cambian de domicilio. El FOGASA resuelve los expedientes y comienza a ingresar dinero en la cuenta corriente que la UGT ha habilitado al efecto. Pero, hete aquí, que no se los localiza y sigue llegando dinero. En principio no se toca, pero, y esto es un suponer, un presuntamente, transcurre el tiempo y ante una necesidad se tiene una debilidad y otra, y otra. Un buen día, seguimos con el presuntamente, el sindicato recibe información de una ‘garganta profunda del FOGASA’. Le advierte de trabajadores que han acudido interesándose por la liquidación. Se supone que la han cobrado, ya que Hacienda se la reclama. Acuden al sindicato y este abona lo que les corresponde, con las explicaciones y disculpas correspondientes. Digamos que, presuntamente, cogió el dinero prestado y lo repone. Un pecadillo.

Ahora imaginen ustedes esta escena. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Una mujer de buen porte y mejor ver entra en el despacho del secretario general de un importante sindicato de la Comunidad de Madrid. Es la contable de la organización, un puesto de la máxima confianza. Lleva un fajo de talones para que se los firme el jefe. Hay dos firmas autorizadas, una es la suya. Veinte de esos talones son nominativos, "Pablo López; Isidoro García…" ¿Y esto? pregunta el secretario general. "Son los del FOGASA", responde la contable. El jefe asiente y firma. Supone que siguen las reclamaciones de aquellos que no se localizaron y no pregunta más. 657 talones pueden parecer muchos, pero son una pequeña cantidad entre los miles de expedientes que se tramitaron durante los años de la crisis.

La contable abandona el despacho. Después manipula el talón, cambia el nombre del beneficiario y ¡a vivir la vida! Ella observó cómo el sindicato destinaba el dinero del FOGASA para un uso impropio. Comprobó que no se devolvía el dinero a las arcas públicas y decidió beneficiarse también. Conocía el modus operandi. Termina la escena.
Regresemos a la realidad. Al secretario general de la UGT de Madrid le advierten de lo que estaba sucediendo, pero le entró eso que llaman ‘miedo escénico’. La contable es hija de una importante dirigente socialista. Cabeza de un clan, que en su momento estuvo auspiciado por el secretario general de UGT. Decidió mirar para otro lado. Cuando se descubrió el pastel dimitió. Por su parte, Pepe Álvarez, el jefe de la UGT, denunció un grave perjuicio para el sindicato y se personó como acusación. Una maniobra de distracción. Algunos le compraron la mercancía.

Quizá, lo que sucedió es que la UGT empleó un dinero que no era suyo para tapar deudas, para unas cosillas... Si no aparece el trabajador, ya se sabe: "nosotros administramos dinero público, y el dinero público no es de nadie", como decía esa irremplazable ministra que fue Carmen Calvo. Eso sí, todo por el bien la clase obrera. La contable quizá hizo lo mismo para sus cosillas, unos caprichos. Es conocido que, bien entendida, la emancipación de los trabajadores empieza por uno mismo. La UGT en el pecado lleva la penitencia. La declaración ante el juez, el pasado viernes 28 de abril, del asesor jurídico de UGT anticipa una penitencia de pecado mortal.

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