
Hay momentos en la vida pública que no se podrían poner en una comedia tipo Aterriza como puedas por resultar demasiado inverosímiles. Este lunes, la ministra encargada de encarecer y restringir nuestro acceso a la energía se ha paseado en bicicleta eléctrica por Valladolid, donde está teniendo lugar una cumbre medioambiental europea. La bici se movía nerviosamente a izquierda y derecha, cabe pensar que fruto de la poca costumbre de Teresa Ribera en su uso. Me recordaba a mí mismo cuando mi mujer quiso que diéramos un paseo en bicicleta por Brujas, casi tres décadas después de que yo dejara de hacerle varios kilómetros al día.
Su dubitativa marcha iba acompañada por sendos coches oficiales sacando fotografías de tan magno acontecimiento. También, oh casualidad de las casualidades, justo por la mañana uno de los Falcon del Gobierno se ha desplazado de Madrid a Valladolid, un trayecto que lleva menos de una hora en tren de alta velocidad. Y sí, me podéis vender todo lo que queráis que los miembros del Gobierno son gente muy ocupada y los Falcon son una forma de que puedan acudir a cumplir sus obligaciones perdiendo el menor tiempo posible en el transporte. Pero ese es un argumento que podría esgrimir un Gobierno de derecha extrema, negacionista y extremadamente cruel y perverso en general. Cuando dices estar convencido de que hay una emergencia climática y que el mundo se va al garete si no le prohíbes a la gente que utilice sus coches que emiten muchos gases de efecto invernadero, tu credibilidad queda, no sé, un poco tocada si cada vez que te trasladas tú empleas aviones privados y luego coches no precisamente compactos mientras pretendes hacernos creer que lo fetén es la bicicleta.
Es imposible creerse que estamos ante una emergencia cuando las mismas personas que nos dicen que estamos ante una emergencia no se comportan como si estuviéramos ante una emergencia.
Aunque hay discrepancias en la magnitud real del cambio según el método de medición que se use, las temperaturas están subiendo y es muy probable que el hombre tenga parte de responsabilidad. De eso no se deduce necesariamente que la solución sea más socialismo, más control sobre nuestras vidas y haciendas. Como recordaba el cómico Konstantin Kisin en el discurso que se hizo viral hace meses, la única forma real de frenar las emisiones de gases de efecto invernadero es mediante la investigación y la tecnología. Y la única forma de adaptarnos a todos los cambios en el clima que estén por venir, sean naturales o debidos al hombre, consiste en ser lo más prósperos posibles para poder hacer los ajustes a todos los niveles, desde cambios en nuestros hogares hasta la construcción de infraestructuras específicas.
Disponemos de una tecnología, la nuclear, capaz de darnos a un precio razonable la energía que necesitamos en el momento en que la necesitamos sin emisiones. Pero justo los que más alzan la voz de alarma por un apocalipsis inminente son quienes más atacan la mejor solución que el ingenio humano ha desarrollado para evitarlo. ¿Cómo nos vamos a creer entonces que el problema es tan grave cuando no estás dispuesto ni siquiera a sacrificar tu demagogia antinuclear para solucionarlo? Es una hipocresía aún mayor, y desde luego más grave, que hacer publicidad de la bicicleta perteneciendo al Gobierno que más uso ha hecho de los Falcon en democracia.
A no ser, claro, que lo que busques no sea sacrificar nuestro bienestar y prosperidad para salvar al planeta, sino porque tu objetivo real es hacernos más pobres, haciendo toda forma de transporte más cara de lo necesario. Así, tú y los de tu clase social podrán de nuevo darse la vida padre sin tener que compartir el espacio aéreo y los destinos más populares con la plebe. ¿Ustedes qué creen?