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Negociar con prófugos e independentistas

Aunque pueda sonar como un brindis al sol, hay que mantener la esperanza y pensar que España es una gran Nación que sabrá salir adelante.

Aunque pueda sonar como un brindis al sol, hay que mantener la esperanza y pensar que España es una gran Nación que sabrá salir adelante.
Pedro Sánchez tras conocer el resultado electoral del 23-J | Europa Press

Las aberraciones que se dan en España desde que Pedro Sánchez llegó a la Moncloa, se pueden ver superadas en las próximas semanas por las negociaciones que el candidato del PSOE tiene que llevar a cabo, si no lo está haciendo ya, para conseguir la investidura y poder seguir en la Presidencia del Gobierno.

Con un estilo displicente, Sánchez ha rechazado por carta, la invitación que este domingo le hizo Núñez Feijóo, también por este medio epistolar, para tener una reunión esta semana y hablar sobre la estabilidad y gobernabilidad de España. Conviene recordar, porque Sánchez parece obviarlo continuamente, que quien ganó las elecciones fue el PP con 137 diputados, mientras que el PSOE tuvo 121. Por lo tanto, parece lógico que sea el ganador quien lidere una ronda de conversaciones con el resto de partidos para saber con qué apoyos cuenta. Además, el hecho de que se vean los dirigentes de los dos principales partidos nacionales para hablar de España y de su gobernabilidad, debería ser lo habitual y no la excepción.

Sánchez necesitará para ser investido, y lo grave es que ya se acepta como normal, el voto de los herederos políticos de ETA, de los golpistas-independentistas catalanes de ERC y además, —aquí radica la novedad tras el resultado del 23-J— del voto afirmativo de un prófugo de la justicia, que huyó en el maletero de un coche a Waterloo y que exige para apoyar al candidato socialistas dos cosas muy concretas: amnistía para todos los afectados por el llamado procés y la autodeterminación de Cataluña. Dos cuestiones que no están contempladas en la Constitución, pero que para Sánchez es probable que no suponga un obstáculo insuperable. Ya tiene a Cándido Conde-Pumpido en la presidencia del Tribunal Constitucional para que le eche una mano, junto a otros vocales "progresistas" aupados por él.

Después del blanqueamiento de Bildu llevado a cabo por Sánchez en la recién terminada legislatura, ahora toca negociar con Puigdemont, al que el actual inquilino de la Moncloa prometió en la campaña electoral de 2019 traerlo a España y ponerlo a disposición de la justicia. Ni una cosa ni otra se ha producido y en el momento presente, lo que necesita es su apoyo o al menos la abstención para su investidura, dependiendo del sentido del voto de Coalición Canaria.

La primera prueba de fuego en este enrevesado tablero político tendrá lugar el próximo 17 de agosto con la constitución de las Cortes Generales y la elección de las Mesas del Congreso y del Senado. En la Cámara Alta no habrá problemas, porque el PP tiene mayoría absoluta, pero en la Cámara Baja, la lucha por la Presidencia del Congreso y del control de la mayoría de los nueve componentes de la Mesa, va a ser a cara de perro. Tanto el PP como el PSOE querrán optar a ambas cosas, por lo que ya se podrá visualizar si Sánchez ha conseguido o no un pacto con el partido de Puigdemont.

Lo que debería hacer Feijóo, y parece ser que así lo tiene decidido, es presentarse a la investidura y explicar en la sede de la soberanía nacional cuál es su programa de gobierno, su idea de España, su proyecto político, para que así quede claro y, como seguramente no saldrá adelante su investidura, el contraste con el que exponga Sánchez unas semanas después será evidente.

Mi apuesta personal es que Sánchez, porque ya le conocemos, conseguirá la investidura pagando el alto precio que le pondrán todos los partidos independentistas incluido Bildu, cuyo líder, Arnaldo Otegui, seguro que ya está siendo un interlocutor válido y eficaz con Puigdemont para que este apoye la investidura de Sánchez.

De no ser así, habrá nuevas elecciones generales a finales de año o a primeros del 2024. En este último caso, la derecha, PP y VOX, ya puede espabilar y buscar fórmulas que garanticen que con once millones de votos —los conseguidos el pasado 23-J— tienen mayoría absoluta para gobernar y no quedarse a cinco escaños de conseguirla, como ha sucedido esta última vez.

Van a ser semanas, meses, muy complicados para nuestra nación. El solo hecho que la gobernabilidad de España dependa de Bildu, ERC y Junts, tres partidos que lo que quieren es que España deje de ser España, es una tragedia. Pero lo es más, que el que quiera y busque esos apoyos sea el secretario general del PSOE, lo que le convertirá en actor principal y cómplice necesario para todo lo que pueda suceder y afecte a la unidad nacional. Lo justificará Sánchez con esas dos palabras tan manidas de "avance" y "progreso", pero en el fondo será un retroceso con respecto al pacto constitucional del 78 que hizo posible la transición política de una dictadura a una democracia.

No queda otra que resistir, que la oposición se dedique en cuerpo y alma a su labor, denunciando un día si y otro también los desmanes de este segundo gobierno Frankestein que se otea en el horizonte y de sus apoyos. Aunque pueda sonar como un brindis al sol, hay que mantener la esperanza y pensar que España es una gran Nación que sabrá salir adelante, si los que la amamos nos mantenemos fuertes y unidos.

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