El triunfalismo que vende el Gobierno contrasta con la debilidad de la economía española y, muy especialmente, con los nubarrones que ya se atisban en el horizonte y que avanzan un frenazo de la actividad durante los próximos meses. El verano, a pesar de ser una buena época para la creación de empleo como consecuencia del tirón turístico, está arrojando unos resultados inferiores a los previstos y los graves problemas estructurales que sufre la economía nacional, fruto de las erróneas políticas del Ejecutivo socialista, hacen de España uno de los países más vulnerables de Europa ante el más mínimo contratiempo.
Sánchez y sus ministros, por el contrario, se apoyan en los últimos datos de PIB y empleo para seguir afirmando que España "va como una moto", sin reparar en las crecientes señales de alarma que arrojan diversos indicadores. El PIB creció un 0,4 % en el segundo trimestre, gracias a que el repunte del consumo de los hogares compensó el desplome de las exportaciones, pero este avance es una décima inferior al del primer trimestre.
Además, aunque el empleo creció el pasado mes de julio, la desaceleración del mercado de trabajo es cada vez más preocupante. El número de ocupados subió en casi 22.000 personas y el paro bajó en 11.000, pero se trata de uno de los peores registros de la última década en un mes de julio. Y si se elimina el impacto estacional propio del período veraniego, se observa que el desempleo, lejos de bajar, aumenta, con lo que poco o nada hay que celebrar, sobre todo si se tiene en cuenta que España sigue liderando la tasa de paro de la UE, con casi un 12%, el doble que la media comunitaria. Ser el farolillo rojo de Europa y de la OCDE en esta materia no es motivo de orgullo, como se empeña en vender el Gobierno, sino de vergüenza.
Por su parte, el sector servicios, que es el principal motor de la economía, pierde impulso, ya que su actividad se frenó en julio hasta mínimos en lo que va de año. La producción industrial descendió un 1,4% interanual el pasado mes de junio, y hasta un 3% una vez eliminado el efecto estacional. Y la compraventa de viviendas encadena ya cinco meses de tasas negativas, tras bajar otro 6% interanual en junio, como resultado del encarecimiento del crédito.
Así pues, no hay motivos para el optimismo y sí para la prudencia, especialmente si se tiene en cuenta que el contexto internacional no acompaña. La actividad de la zona euro agravó su contracción en julio, registrando su peor lectura en ocho meses, debido a la desaceleración del sector manufacturero y el estancamiento de los servicios. La elevada dependencia que presenta España respecto al mercado europeo hace temer una mayor desaceleración económica tras el verano y, por tanto, una menor creación de empleo.
Estos datos no revestirían gran relevancia si la economía nacional hubiera crecido con fuerza y solidez en los últimos años, pero el caso español es justo el contrario. Sánchez y sus políticas han situado a España a la cola de la recuperación tras la crisis del coronavirus. Y lo peor es que los constantes ataques que ha lanzado el Gobierno a la propiedad, la libertad y el bolsillo de todos los españoles convierten a la economía nacional en una de las más débiles y frágiles del mundo desarrollado.