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Emilio Campmany

Pumpido, discípulo de Negreira

Todo árbitro que se sepa vender sabe que lo que se espera de él no es que pite un montón de faltas a favor del equipo que lo compró.

Todo árbitro que se sepa vender sabe que lo que se espera de él no es que pite un montón de faltas a favor del equipo que lo compró.
El juez Cándido Conde-Pumpido Tourón posa en el primer Pleno jurisdiccional Tribunal Constitucional | Europa Press

Todo árbitro que se sepa vender sabe que lo que se espera de él no es que pite un montón de faltas a favor del equipo que lo compró. Basta que vea un penalti inexistente a su favor. O, como mucho, dos. El resto, sobre todo las infracciones inofensivas que se cometen en el centro del campo, las puede y debe pitar a favor del equipo contrario para que la estadística oculte su venalidad. Pumpido intenta hacer lo mismo, aunque no con la misma inteligencia.

Cuando el PSOE pidió volver a contar los treinta mil votos nulos de Madrid con la esperanza de superar los mil trecientos y pico de ventaja que le había sacado el PP en el último escaño, la mayoría vimos una rabieta sin fundamento, pues es prácticamente imposible que, por mal que se hubiera hecho el recuento, resultaran válidos casi el cinco por ciento de aquéllos y que todos fueran del PSOE. Luego, los medios de comunicación difundieron la consideración, falsa en su veracidad, de que el PSOE deseaba que se le reconociera el escaño perdido para que en la investidura le bastara la abstención de Junts y no necesitar así su voto afirmativo. No obstante, la realidad es que Junts cobrará el mismo precio por hacer presidente a Sánchez, tanto da que lo haga con una abstención que con un voto positivo. Y, a pesar de que en la práctica un nuevo recuento no serviría para nada, los socialistas lo pidieron, recurrieron la decisión de la Junta Electoral de Madrid a la Central, la de la Central al Tribunal Supremo y la del Supremo al Constitucional.

Para terminar de engañarnos, la magistrada ponente llevó el día antes al Constitucional a un letrado amigo suyo para que le hiciera un dictamen de admisión del recurso de los socialistas que oponer al de inadmisión de una vieja letrada, lo que inmediatamente nos hizo sospechar, con la ingenuidad propia de una vestal, que la resolución que daría a los socialistas lo que habían pedido ya estaba redactada. Y eso, a pesar de lo improbable que era que el resultado electoral cambiara y de la inutilidad práctica que en cualquier caso tendría ese cambio. Hasta el PP exigió la abstención de la ponente por haber sido un alto cargo de Sánchez. Sin embargo, una sala de cuatro progresistas y dos conservadores decidió por unanimidad negarle al PSOE un nuevo recuento.

Quiere Pumpido que su tribunal finja objetividad quitándole la razón al PSOE en este asunto que en la práctica es absolutamente trivial. Pero, al hacerlo, ha cometido un error. Debió dejar que al menos la ponente y quizá otro progresista insistieran en el derecho del PSOE a recontar los votos tantas veces como quisieran y que fueran los conservadores unidos a otros dos progresistas supuestamente díscolos los que decidieran por los pelos en contra del PSOE. Así habría sido más creíble esa neutralidad que quieren representar. Con esta unanimidad en hacer perder al PSOE demuestran una uniformidad que les delata. Pero claro, todos quieren obedecer para garantizarse las recompensas y nadie desea insubordinarse, ni siquiera de mentirijillas, para no ser menos a la hora de recoger los frutos. Votarán lo que Pumpido diga, sea lo que sea. Pero todos a una. Vaya forma de parecer imparciales.

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