¿Por qué manifestarse hoy en España? Por rebelión cívica. Por defensa de la libertad y la dignidad de todos los españoles. Por compromiso constitucional. Para pasar de la estéril queja, el sumiso apalancamiento y la agotadora actitud defensiva, a un estimulante proyectar soluciones, arriesgadas propuestas y desafiantes ampliaciones de la "ventana de Overton". No basta con oponerse a una amnistía a los golpistas, hay que promover una reforma constitucional que las prohíba explícitamente. No basta con defender a Aznar de la acusación de golpista, hay que exigir la dimisión inmediata de la portavoz del gobierno rompiendo relaciones con el PSOE. No basta con enrocarse en el CGPJ, hay que proponer una orden de alejamiento para que ningún político se acerque a menos de 500 metros del mismo.
En suma, hay que manifestarse para devolver a España el aspecto constitucional que tenía cuando la reconocía la madre que la parió: la patria de Isabel la Católica y Lorca, de la Pepa y Pérez Galdós, de la Alhambra y la catedral de León, solo que más fuerte, más madura, más liberal. La casta política no ha estado a la altura, de Rajoy a Feijóo pasando por Abascal, así que vamos a ser nosotros en la calle o nadie.
Hay que manifestarse para hacer estallar las tuberías de la hegemonía cultural que dominan la izquierda y los nacionalistas. Como ha demostrado la proyección del documental de Évole en el Festival de San Sebastián, comisarios políticos como el director del mismo censuran los documentales que no convienen al establishment nacional-socialista, mientras ponen la alfombra roja al servicio de los que blanquean dictadores y terroristas de izquierda. Seamos como Iñaki Arteta, que lleva lustros luchando contra el telón de silencio e invisibilización del mundo de la cultura dominado por la izquierda.
O como ha hecho el mundo de la tauromaquia, de los propios toreros a filósofos como Francis Wolff, poetas como Vicente Marzal, cineastas como Albert Serra y pintores como Miquel Barceló, rebelándose contra la censura de inquisidoras al estilo de Ada Colau y la mafia de los ocho apellidos ecologistas que no solo tienen prohibido de facto las corridas de toros sino que impiden la más mínima publicidad de las mismas, no vaya a ser que la gente decida si escaparse a Zaragoza o Valencia como huían durante el franquismo a Perpignan a ver películas como El último tango en París.
Sobre todo, hay que contraatacar constitucional y culturalmente para proteger a los niños. Como denunció Federico Jiménez Losantos, hay un orwelliano duende chivato Argitxo en los centros escolares vascos que les prohíbe hablar en español. Supongo que también vigilará las mochilas por si tienen Rebelión en la granja en español, como si fuese la Stasi o Àngels Barceló. Hay que manifestarse para que los niños y adolescentes, a los que pretenden lavar el cerebro con las lenguas étnicamente correctas e ideologías políticamente correctas, sepan que hay una alternativa constitucional y cultural más allá de la lengua de trapo y las ideologías tóxicas del póker de la miseria política representado por Sánchez, Montero, Otegi y Puigdemont.
Nos advertía Víktor Klemperer en La lengua del Tercer Reich:
El nazismo se introducía en Ia carne y en la sangre de las masas a través de palabras aisladas, de expresiones, de formas sintácticas que imponía repitiéndolas millones de veces y que eran adoptadas de forma mecánica e inconsciente (...) Las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno cabo de un tiempo se produce el efecto tóxico.
Nos debemos manifestar como un ejercicio de depuración para liberarnos de todos los tóxicos socialistas y nacionalistas que han envenenado la política y la cultura española de modo que golpistas son tolerados como interlocutores del gobierno entre sonrisas y besos, y los terroristas son blanqueados en fotografías glamurosas y paseados por alfombras rojas. Devolvamos las sonrisas y los besos, las fotografías y las alfombras rojas a quienes lo merecen.