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La izquierda que no amaba a las mujeres

La izquierda sectaria no ama a las mujeres, las utiliza, las manosea en beneficio propio valiéndose del drama que sufren las más desprotegidas por su incompetente labor legislativa.

La izquierda sectaria no ama a las mujeres, las utiliza, las manosea en beneficio propio valiéndose del drama que sufren las más desprotegidas por su incompetente labor legislativa.
La ministra de Igualdad, Irene Montero, posa para los fotógrafos tras la aprobación de la ley trans | EFE/Unidas Podemos/Dani Gago

En efecto, no hay amor sino magreo, todo es una malévola pose que ha llevado a muchos a pensar que solo la gente de izquierdas defiende a las mujeres, su libertad, su igualdad, su dignidad y su integridad física y moral.

La izquierda sectaria no ama a las mujeres, las utiliza, las manosea en beneficio propio valiéndose del drama que sufren las más desprotegidas por su incompetente labor legislativa.

Es ese falso progresismo, en realidad sectarismo, que tiene como máxima el estás conmigo o contra mí, intolerante, reaccionario e inquisidor, capaz de aglutinar adeptos biempensantes con nulo espíritu crítico, valedores de que el fin justifica los medios, orillando que sólo si los medios son legítimos sus fines también lo serán. Su defensa feminista está indisolublemente unida al frentismo ideológico, de modo y manera que, si no eres una activista militante de su cuerda ya no sirves ni importas, alimentando el pogromo mediático de toda mujer que ose ser liberalmente defensora del mérito y la capacidad, desprovista de género.

Esa ideología que victimiza a las mujeres y las hace frágiles, como si no pudieran valerse por sí mismas, primando el igualitarismo por encima de la igualdad. No se han instruido en nada y por tanto desconocen que el derecho a la igualdad efectiva entre hombres y mujeres pasa por la mal llamada "discriminación positiva", como si la discriminación por razón de género tuviera una vertiente amable cuando siempre significa marginación, exclusión, segregación y rechazo.

Lo hemos visto tantas veces que no se entiende cómo no hay una revuelta cívica y valiente frente a la ideología de género, aquella que luche contra la guerra de sexos, que presenta a la mujer como enemiga del hombre, que estigmatiza al varón por su condición de tal.

Tengo la íntima convicción de que la corrección política esconde un cambio de tendencia porque hay mujeres que están hartas de que las utilicen, de que las presenten como seres inferiores que siguen necesitando la tutela del hombre bajo la bandera en realidad de un feminismo patriarcal.

En esta centuria hemos venido asistiendo a un constante ejercicio de ingeniería social que ha sido letal para nuestra sociedad occidental, en la que el relativismo moral y el abandono de los valores que han preñado nuestra identidad cristiana ha sido algo que también ha asumido el liberalismo moderno.

Una corriente neoliberal instalada en el vacuo relativismo antropológico que no enfrenta el zurdo planteamiento según el cual la diversidad, más que enriquecedora, culturalmente hablando, debe ser creadora de privilegios, que sirven para pasar de sustituir la lucha de clases nacida del socialismo decimonónico por la lucha de sexos retrógrada como instrumento de poder e influencia.

Nada hay más perverso que enfrentar a los seres humanos para justificar la lucha descarnada por el poder, al precio que sea necesario. Se deshumaniza al adversario demócrata que en realidad es el enemigo totalitario, se ridiculiza al discrepante porque no transige con los postulados del pensamiento que persigue una educación homogeinizadora, se estigmatiza al que defiende un ideal de familia demonizándolo, primando la maniquea imposición subrepticia frente a la lisa y llana capacidad de raciocinio.

Los que creen que esto es progresismo y que así defienden a las mujeres no hacen otra cosa que perjudicarlas porque no hay nada más reaccionario que la "libertad tutelada", por mucho que hoy se nos enmascare de feminismo radical y liberalizador.

Esta es la izquierda progresista de nuestros días, la que no ama a las mujeres, de derechas.

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