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Balas sobre Broadway

Los dos componentes de la tóxica pareja tienen roles muy marcados, cada uno acorde a su propia forma de entender la política. Uno está ahí para hacer negocio y la otra para que le paguen las facturas.

Los dos componentes de la tóxica pareja tienen roles muy marcados, cada uno acorde a su propia forma de entender la política. Uno está ahí para hacer negocio y la otra para que le paguen las facturas.
Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. | LD/Agencias

En el escenario de Moncloa lleva varios días representándose una función. Nadie sabe muy bien por qué, si nunca nadie en la historia le ha prestado más atención a lo que declaman los políticos sobre las tablas que a lo que verdaderamente interesa: lo que ensayan medio a oscuras en los camerinos de detrás. Supongo que es una costumbre idiosincrática. Uno de esos comportamientos que llevamos tanto tiempo practicando que no podemos ni queremos sacarnos. Algo así como la sobremesa; los dos besos al saludar; el "cuánto tiempo, cómo estamos" al cruzarnos con un conocido en la acera; y el "tirando, como siempre, no nos podemos quejar". Lo que nos dicen estos días, sabiendo que nadie cree que sea verdad, es que han primado los intereses de España cuando rescindimos un contrato que no nos beneficia rescindir. Lo que se dicen, de puertas para adentro, es la verdadera representación.

Yo me imagino a Pedro Sánchez como ese capo del hampa con la camisa abierta y el cigarro medio consumido murmurando un "sí, cariño" sin convicción. Y a Sumar, en su conjunto, maquillada como una Jessica aspirante a Broadway, pataleando en los despachos para que su amante haga uso de sus turbios recursos con tal de que alguien en algún lugar pueda alguna vez verla brillar. Sólo así se entiende la lógica de su última ocurrencia geoestratégica: pagarle a Israel las balas que nos iba a dar para que no nos las dé. Y venderlo por encima de todo como un inmenso triunfo moral.

Repasemos las consecuencias de ese triunfo, desde la perspectiva de Sumar: Israel, "cruel Estado criminal", recibe el dinero que tanto nos manchaba transferirle. España se lo da. Israel se queda con las balas asesinas —a saber en qué maldad las empleará—. España no las saca de circulación. Como estrategia humanitaria es ciertamente incuestionable. Lo que carece de toda lógica no se puede cuestionar.

La perspectiva del PSOE, hemos dicho, es la del capo. Y así se entiende que cuando se descuelga a última hora con que no habrá que pagar porque denegará la importación de las balas por "motivos de interés general" está diciendo, realmente, "de interés particular". Es la única salida que ha encontrado para tratar de contentar a la parienta sin palmar pasta y prestigio. O vender que no lo hará.

En todo caso, este episodio nos ha servido para captar con más nitidez la dinámica en la relación de nuestra coalición gubernamental. Los dos componentes de la tóxica pareja tienen roles muy marcados, cada uno acorde a su propia forma de entender su misión política. Uno sabe que está ahí para hacer negocio y la otra para que le paguen las facturas. Quienes desembolsamos, como siempre, somos quienes estamos obligados a sufragarles los ensayos con los que después nos quieren engañar.

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