
Sus señorías del Congreso de los Diputados están acostumbradas a toda clase de espectáculos y esperpentos, pero eso que llaman la "cosa catalana" todavía despierta cierto asombro. La forma de conducirse de los representantes de los partidos catalanes separatistas es tan pintoresca que no son pocos los diputados de otras formaciones que contemplan sus evoluciones e intervenciones en la cámara con el mismo interés con el que observarían a un ornitorrinco en el atril de los oradores.
No es para menos teniendo en cuenta espectáculos como el de este miércoles en la carrera de San Jerónimo. Tras la deposición de Sánchez sobre las grandes ventajas del apagón del 28 de abril parecía que estaba todo el pescado vendido, pero faltaban por intervenir Gabriel Rufián, portavoz de ERC, y Míriam Nogueras, su homóloga en Junts.
El bueno de Rufián ha dicho que todos los diputados que no son de su cuerda están a sueldo de las centrales nucleares y las empresas energéticas, que trabajan para esas compañías y cobran de ellas. Así, sin más y con un par. Todos corruptos menos él y sus amigos del PSOE, Sumar y Podemos. Y se ha quedado tan ancho embutido en su terno tan estrecho.
Pero lo de Rufián fue tan sólo un entremés en comparación con el disruptivo discurso de la intensísima señora Nogueras, quien al hablar de los gastos en defensa que planea Sánchez se ha proclamado víctima de la "ocupación española". Nogueras se siente víctima y eso hay que respetarlo. No importa que lo de la ocupación sólo exista en su cabeza y en los argumentarios de su partido, que la realidad contradiga sus delirios y excesos verbales.
A todas estas, el mismo Sánchez que masticaba chicle y se reía en la cara de Núñez Feijóo mientras este pronunciaba su discurso en la tribuna era el que esbozaba un gesto de honda preocupación por los surrealistas reproches de Nogueras, a quien nuestro presidente prodiga unas muestras de respeto que lo sitúan a la altura de los felpudos. Y cuanto más duro es el castigo de Nogueras, más rastrero y pelota se muestra Sánchez.
Así que tras el número del payaso bufón vino el de la estricta domadora. El circo catalán en la capital. Y en el centro de la pista, Sánchez, que dice que no sabe lo que ocurrió el día del gran apagón pero sabe que no fue culpa de las renovables. Aquello de que merecemos un Gobierno que no nos mienta se ha quedado obsoleto. Vale, que nos mienta, pero si se pudiera ahorrar lo de tratarnos como a idiotas...