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Ministros en pánico con Pedro Sánchez

Sánchez encarna la peor especie de político y está en manos de un excolaborador, Ábalos, tan despiadado como él.

El Gobierno de Pedro Sánchez está sumido en la perplejidad más absoluta por el contenido de los mensajes intercambiados entre el presidente y quien fuera su mano derecha, José Luis Ábalos. Ministros despreciados por Sánchez, como la titular de Defensa, Margarita Robles, presidentes autonómicos tratados como despojos humanos, amigos ridiculizados, rivales políticos insultados y una comprensión de la actividad política como algo perfectamente mezquino, deleznable y mafioso. Los mensajes telefónicos entre Pedro Sánchez y quien fuera su hombre de confianza y ministro de Transportes, José Luis Ábalos, retratan de manera lacerante a sus autores. Y quien peor queda, obviamente, es Sánchez, un personaje totalmente despojado de los mecanismos habituales de autocontrol.

No es que el líder socialista tuviera fama de ser alguien de palabra, una persona fiable y sin dobleces, pero de su correspondencia telefónica con Ábalos se infiere que las sospechas sobre su carácter se quedan muy cortas. Sánchez encarna la peor especie de político y está en manos de un excolaborador, Ábalos, tan despiadado como él, la horma de su zapato, otro elemento cumbre de la prolífica cantera de amorales y caraduras del PSOE.

El presidente del Gobierno es un muñeco roto, una piñata contra la que se ceba Ábalos exhibiendo lo que sin duda constituye la parte menos comprometida del material que acumula contra Sánchez. El intento de culpar a la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil en una supuesta filtración de los mensajes entre Sánchez y Ábalos ha sido desmontado por el propio exministro de Transportes y exsecretario de organización del partido socialista.

Sánchez ya no solo depende de un prófugo para seguir en la Moncloa. Está a merced de Ábalos. Cada día que pasa es una agonía. Su esposa, su hermano y quien fuera su principal colaborador político están en graves apuros judiciales. Hasta su fiscal general está siendo investigado. Y todos los indicios en todos los sumarios conducen a Pedro Sánchez, todas las preguntas acaban en su nombre y apellidos. Sus ministros asisten estupefactos a la degradación de la presidencia. Sabían de los defectos de Sánchez, pero no querían creer lo que hay detrás de la fachada, esa pavorosa indigencia intelectual acompañada de una arrogancia fuera de registro.

La publicación en El Mundo de los mensajes entre Sánchez y Ábalos debería haber precipitado una cascada de dimisiones en el Consejo de Ministros. Por dignidad. Y una revuelta en el PSOE por el mismo motivo. No es previsible que suceda ni una cosa ni otra. La dignidad y el actual Consejo de Ministros son antónimos. Lo mismo que el partido. Los ministros de Sánchez han entrado en pánico. Cuando repasan los mensajes con Ábalos todos tienen motivos para sentir un miedo atroz. Además, lo ignoran todo y mucho antes de que trascendieran los últimos mensajes eran conscientes de que Sánchez, su amo, cambia de opinión constantemente. El espectáculo es tan bochornoso que no se puede descartar nada.

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