
El 10 de junio de 2019 publiqué en este mismo medio una columna que se titulaba de la siguiente manera: ¿Merece España a Rafa Nadal? La misma versaba sobre qué haría nuestro país cuando dejásemos de ver sobre las pistas al campeón español. Cabe recordar que en ese momento nadie intuía que aparecería un gigante como Carlos Alcaraz y todo hacía indicar que nuestro país tardaría en encontrar un jugador que, entre otras cosas, nos acostumbrase a ganar Roland Garros como si este torneo fuese coser y cantar.
Han pasado seis años y tengo que cambiar el título de la columna: ¿Merece España a Carlos Alcaraz? En este caso tengo que cambiar el enfoque. Si en la de Rafa hablaba de legado, ahora quiero hablar de exigencia. Y no, no de esa exigencia rabiosa a la que este país se agarra de vez en cuando para enterrar leyendas y luego subirse de nuevo al carro. No hablo de esa exigencia que retiró a Nadal cuando aún le faltaban 10 o 12 Grand Slams por ganar. No hablo de esa exigencia que calificó prácticamente a Carlos del rey del botellón por irse de fiesta un par de veces. De esa exigencia no hablo sino de otra muy distinta.
Sí creo que España merece a Carlos Alcaraz como antes mereció a Rafa Nadal. No hay país como el nuestro. Somos especiales. Somos diferentes. No es casualidad que dos campeones como Rafa y Carlos estén cortados por el mismo patrón de la épica. No es aleatorio que en tenis España sea sinónimo de lucha encarnizada hasta el último punto. Alcaraz y Nadal le han demostrado al mundo y Carlos lo seguirá haciendo a partir de ahora que España es sinónimo de lucha y que a cinco sets, reales o metafóricos, somos muy difíciles de derrotar.
España merece a Carlos igual que mereció a Rafa, pero tenemos muchos momentos en los que no nos ganamos ser los privilegiados que somos. El "no es tan bueno" lleva tiempo acompañando a Carlos y no es algo que exagere yo, porque ayer durante la retransmisión el gran Alex Corretja lanzó el dardo a todos aquellos que se han atrevido a decir semejante chorrada. Sí, chorrada con mayúsculas, porque hay que ser muy "cuñao", como se suele decir coloquialmente, para soltar semejante tontería. Con 22 años, Carlos lleva cinco Grand Slams y aunque ayer se hubiese quedado en cuatro seguiría siendo historia viva y leyenda de nuestro deporte.
¿A qué nos hemos acostumbrado? ¿Hemos comido demasiado caviar tenístico y ahora miramos por el rabillo del ojo unos huevos fritos como si fuesen "aperitivos de pobres"? Pasaba con Nadal y pasa con Carlos. Da igual cómo ganen y cuánto ganen ya que al siguiente tropiezo alguien volverá a decir que, ojo, "no es tan bueno". Por eso pido que nosotros los españoles, que tenemos la infinita suerte de haber empalmado un genio del tenis con otro cuando el primero ni siquiera se había retirado, hagamos méritos para merecernos esta suerte. Porque somos el país más afortunado del mundo en este momento y en este deporte. Suiza espera al próximo Federer. Serbia no sabe si habrá un nuevo Djokovic. Estados Unidos echa de menos a Serena, McEnroe, Agassi o Sampras. No llega una nueva Margaret Court para Australia. Francia lleva décadas sin ganar Roland Garros. Argentina no tiene un nuevo Vilas. Alemania pide a gritos un nuevo Boris Becker. Y mientras eso ocurre en España vimos jugar juntos a Nadal y Alcaraz en el dobles de los Juegos Olímpicos del verano pasado. ¡Madre mía del amor hermoso! ¡Qué afortunados somos!
En conclusión, España se merece a Carlos, pero vamos a tener que esforzarnos todos un poquito más para aprender de los errores que se cometieron con Rafa. Alcaraz es un artista, un genio y además tendrá una rivalidad a la altura de su leyenda con un Jannik Sinner que va camino de ser otro alien del deporte haciendo camino junto a Carlos. Lo que hizo ayer Alcaraz en una de las mejores finales de la historia del tenis y del deporte en general es para comprobar genéticamente si es humano o viene del espacio exterior. ¿Y si fuese así? Deberíamos preguntarnos entonces por qué la nave cayó en El Palmar como hace años cayó otra en Manacor. Dos naves cayendo en España. Por algo será. Eso sí, los españoles, periodistas incluidos, tenemos que demostrar que nos merecemos vivir en la época en la que vivimos. Confío en que lo demostraremos. Mientras tanto disfrutemos. Gracias Carlos por lo de ayer.
