
El circo de tres pistas al que anteriormente solíamos conocer como España nos ha regalado una de las mejores y más hilarantes semanas de los últimos meses. Indignarse es tentador, pero erróneo. Nuestra Españita es así, de charanga y pandereta, que dijo el sevillano, y eso que no llegó a conocer a La Familia de la Tele y su telebasura pública y de calidad.
Sorprenderse a estas alturas de que el PSOE robe a manos llenas como un orangután en una plantación de bananas tiene tanto sentido como alarmarse de que haya británicos lloviendo desde los balcones mallorquines: es algo estacional, sirve como testimonio del paso del tiempo, como el reloj de arena al que hay que dar la vuelta o el carrillón al que hay que dar cuerda. La corrupción del PSOE va y vuelve, como las oscuras golondrinas. Hay épocas en las que el socialismo roba, y épocas en las que no. Estas últimas son aquellas en las que accidentalmente no está en el poder.
El Nagasaki judicial me llega por Whatsapp a mí y a media España antes del segundo café de la mañana. 490 páginas de literatura policiaca que para sí quisieran Henning Mankell o Camilla Läckberg. En Escandinavia no saben lo que se pierden. Sí, tienen buenos sueldos, viviendas en propiedad y cosas así, pero aquí tenemos a Ábalos repartiéndose las prostitutas con Koldo para pasar un finde de fiestuqui. Empate. Torrente no es humor, queridos. No es sátira, ni parodia. Es costumbrismo. Es un bodegón realista de Antonio López. Si se le puede reprochar algo es que se queda muy corto.
Hay un nexo de unión entre la mano derecha de Sánchez, la anterior mano derecha de Sánchez, la mujer de Sánchez, el hermano de Sánchez, el chófer de Sánchez y el Fiscal General de Sánchez, pero aún no podemos afirmar con seguridad cuál es. No nos precipitemos. La izquierda tardó tres cuartos de siglo en ganar la Guerra Civil, tienen sus ritmos y hay que respetarlos. Primero M.Rajoy y la foto de Feijóo con el Narco en la época en la que la gente se hacía cardados en el pelo sin que nadie les obligara. Luego ya si eso nos ponemos con quién puede ser el Señor X de esta generación. Seguramente Trump. O Isabel Díaz Ayuso. Cada cosa a su tiempo.
Con el PSOE y la mierda pasa como con los Balcanes y la Historia, que generan mucho más de lo que son capaces de consumir. Llega un punto en el que es imposible seguir el ritmo de los escándalos. Prostitutas rumanas, petróleo venezolano, viajes a la República Dominicana, el auténtico Mr. Worldwide no es Pitbull, es Mr. Handsome. Deberíamos como sociedad establecer un límite, como hacen los futbolistas. No menos de 48 horas entre un escándalo mayúsculo y otro. Dos horas para hacer la digestión antes de meterse en la piscina, ocho horas de ayuno antes de hacerse un análisis de sangre, un día completo sin leer latrocinios del PSOE antes del siguiente. El timing es importante.
La información vuela. A los opinadores profesionales les quitan los análisis de las manos. La izquierda, con alguna excepción más de lo habitual, coincide. No se le puede reprochar a Sánchez que absolutamente todas las personas de su entorno más cercano hayan resultado ser presuntas de algo. Quién podría habérselo imaginado, no es como si absolutamente cualquier persona con más neuronas que ojos intuyera hace años lo que pasaba. No se podía saber, como lo de que la pandemia llegaría a España o lo del apagón. Son cosas meteorológicas, impredecibles, que no responden a ningún patrón conocido. Toca comentar la comparecencia del líder contrito y cariacontecido. "La importancia de pedir perdón", dice Esther Palomera, conmovida hasta el tuétano por la grandeza de Su Pedridad. "Hay que reconocer que es que es guapísimo", afirma ufana Pilar Eyre como único comentario. A Sánchez le sostienen en el poderla ETA y el golpismo catalán, pero también una generación de charos con las bragas húmedas por la elegancia cutre de falso autónomo a sueldo de Tecnocasa del marido de Begoña.
Vendrán más escándalos, qué duda cabe. Ábalos, Aldama, Armengol… hasta la Z de Zapatero anda que no queda. El show va a continuar, con sus elefantes, sus bomberos toreros, sus acróbatas y trapecistas y por supuesto, los payasos. Que somos usted y yo, lector. Por si no se había dado cuenta.