Menú

Pedro empuja el carrito del helado

La crisis institucional que atravesamos no tiene precedente en nuestra democracia. Todo es inédito y por eso resulta complicado plantear salidas o siquiera imaginarlas. Ese es el refugio más seguro de Sánchez.

La crisis institucional que atravesamos no tiene precedente en nuestra democracia. Todo es inédito y por eso resulta complicado plantear salidas o siquiera imaginarlas. Ese es el refugio más seguro de Sánchez.
Europa Press

En abril de 1993 le preguntaron a Felipe González desde RNE por una trama de corrupción que afectaba a la financiación del partido y que se conoció como el "caso Filesa". Dijo que se había enterado "por los medios de comunicación, y además, con sorpresa e incredulidad". Añadió consternado que el asunto hacía "mucho daño al PSOE".

Dos años después, en junio del 95, le volvieron a preguntar, esta vez por el caso de las escuchas ilegales del CESID. "¿Cómo se enteró de las grabaciones, señor presidente?", le brindaron algunos periodistas, casi absolviéndole del conocimiento directo. "Cuando lo he visto publicado", respondió. Todavía duró un año más.

No es nuevo lo de fingirse engañado por los tuyos como ha hecho Pedro Sánchez en la performance gótica de Ferraz tras la estrepitosa caída de Santos Cerdán. Pero hoy es todavía más obsceno y mucho más peligroso para España porque está en juego la democracia que nos han puesto en almoneda por siete votos y porque las mayorías absolutas que desalojaban la basura ya no existen.

La sombra del pucherazo "sin que te vea nadie"

Cuando por fin se le ocurrió a un periodista preguntar por la demostración de que hubo amaño en las primarias que nos trajeron a Sánchez, el presidente describió a la perfección lo que entiende por democracia: "Si me está preguntando por ese whatsapp, ese comentario de dos votos… pues qué quiere que le diga".

Aquí los votos se cuentan a paladas o no se cuentan. Si amañan dos y resulta que ganó por "más de 17.000 votos" no es porque uno-más-uno sumen dos y así se pueda llegar hasta el millón o al infinito. Dos votos no representan nada para Sánchez. Los votos son lo que son, una obligación molesta que se puede gestionar por aproximación y robondeo.

El que pasó de guardar puertas de clubs a custodiar avales políticos y el capo de la banda que ahora es desterrado metían en la urna "sin que te vea nadie" más votos de los reales, pero eso no significa nada. "A mí me decepciona muchísimo pero lógicamente la limpieza y las garantías de los procesos de primarias son totales, absolutamente totales". Le restamos dos a los 17.000 y listo. "Esto es una organización seria", ha llegado a decir el compungido presidente Pío-Pío, quizá evitando el adjetivo que la UCO le insiste en explicar: una organización criminal. De libro. Robaron dinero, votos y compraron voluntades. Viva España. ¿Cuántos casos más se dieron de papeletas falsas? ¿Tendrán que decir algo Eduardo Madina y Susana Díaz? No se les espera.

Si esto se hacía con las urnitas primarias, qué no habrán hecho con el voto por correo de las elecciones generales de 2023 que pasó por la prestidigitación de Leire la pocera Díez. ¿Alguien puede negarnos el derecho a sospechar? Pues que no nos nieguen tampoco la investigación.

Pero con la Fiscalía —ya en el banquillo— de tu parte y el Tribunal Constitucional volcado en el golpe institucional global, Pedro sabe que hasta que se dispare el último cartucho puede resistir en la Moncloa. Nadie le puede obligar a convocar elecciones. De hecho su comparecencia se ha dramatizado en Ferraz, no en el Palacio, para dejar claro que la cosa no pasa de una travesura de partido cometida por ese amigo que se tuerce con los años. Sánchez se ha mostrado tan profundamente decepcionado con Cerdán como enamorado de Begoña. La esposa, el hermano, el amigo, el asesor, el ministrísimo… Todo lo que le rodea cae y él no lo sabía. ¡Qué amargas sorpresas!

A partir de la semana que viene empezaremos a sumar muchos millones de euros en coimas, chantajes y pago de servicios desde empresas públicas como Adif y otras del Ibex que tendrán que explicar su papel. Saldrán más sobrinas, fijas discontinuas e indefinidas, saltarán nombres propios del PSOE, unos más conocidos que otros, nombres de ayer y hoy. Y Pedro seguirá triste y traicionado, agriará el gesto, ensombrecerá el maquillaje y ensayará pucheros y quebrantos. Pero a 2027.

No podemos caer en la trampa de desviar la atención sobre el presidente, cúpula indiscutible del corrupto edificio que gobierna España sin haber juntado jamás los votos para hacerlo por sí mismo o con una ayuda lógica. Ahora también sabemos que ni siquiera es limpio su ascenso al poder en el partido. Por algo le echaron. Qué pena que hubiera por entonces tanto cobarde y tanto arribista.

La excepcionalidad, el aviso de las dictaduras

La crisis institucional que atravesamos no tiene precedente en nuestra democracia. Todo es inédito y por eso resulta complicado plantear salidas o siquiera imaginarlas. Ese es el refugio más seguro de Sánchez.

Si un fiscal general puede permanecer en su puesto pese a estar, no ya imputado sino llamado al banquillo, o sea, procesado, es porque nada se lo impide. Nadie había previsto tal situación. Si un presidente de Gobierno ve caer todo a su alrededor pero finge sorpresa y se mantiene en el poder es porque nadie, ni por ley ni por aritmética parlamentaria, puede obligarle a lo contrario. Y en ese terreno sabe moverse muy bien.

La excepcionalidad es la excusa fabricada por toda dictadura, el germen de los totalitarismos. Lo excepcional no se aborda con legislación ordinaria ni con ortodoxia democrática sino comiéndole terreno a la voluntad ajena. Casi todos los dictadores se apoyan en una excepción —intencionada, por supuesto— para abrir un paréntesis con apariencia de normalidad. De hecho, ya acuñaron la paradoja orwelliana en la pandemia: "Nueva normalidad". Pedro Sánchez nos dio muchas señales de quién era y aquí se denunciaron puntualmente. Exagerados…

El camino hacia un régimen autoritario viene además avalado por el apoyo de dos regímenes nacionalistas violentos. Hay pocas dudas sobre cómo podrían acabar entre ellos e incluso dentro de cada uno de ellos, pero el momento fundacional sería idóneo para hacer de España un régimen autoritario, fuera del orden europeo de las democracias, excepcional. Es curioso que Sánchez critique a Trump cuando está tomando buen ejemplo de lo peor de sus políticas arbitrarias.

Las soluciones

Alberto Núñez Feijóo ya ha dejado claro, rectificando a tiempo, que no se prestará a oxigenar a Sánchez con una moción de censura. El argumento pueril de que todos se retratarían públicamente supone desconocer que a los que apoyan a Sánchez por la mercancía que les pasa, además les encanta posar. En cuanto a Vox, trataría de lucirse diciendo que PP y PSOE son iguales aunque al final apoyara la moción muerta. Bonita foto para Sánchez.

Sin descartar más movilizaciones de convocatoria única entre los dos partidos de la derecha, la labor de oposición debe centrarse en apoyar públicamente a los jueces y comprobar si la durmiente Europa sirve para algo. Cuanto más se sepa de nuestra decadencia, mejor. Hay que ordenar todo el material sin perderse en el mero escándalo, procesarlo y abrir todas las posibilidades de denuncia: prevaricación, financiación ilegal, fraude electoral, malversación de fondos, falsedad documental, cohechos, apropiación indebida, tráfico de influencias y la más que posible aparición de otros delitos relacionados con la libertad sexual o la salud pública.

Está muy extendida la sensación de que una sociedad que llena bares, restaurantes y tiendas mantiene muy bajo el nivel de indignación por la política y que sólo cuando llegan las grandes crisis económicas se producen las movilizaciones que pueden cambiar gobiernos. Pues hay que estrenar otra causa y hacérsela ver a los ciudadanos: la crisis institucional. Su verdadero problema es que cuando afecte directamente al ciudadano ya será tarde. Para entonces, sin demasiada demora, lo que se llenarán son las colas de los comedores sociales. Un venezolano de bien no se reiría de esta amenaza ni la consideraría exagerada.

Pedro Sánchez es el vértice de la corrupción y ya no puede esquivar todas las líneas que convergen en su persona. Tiene restos de masa en las manos, porta la pistola humeante, empuja el carrito de los helados… hay muchas figuras que significan lo mismo. Hay que concentrarse en demostrarlo y divulgarlo sin complejos —y sin caer en provocaciones— para echar al peor presidente de nuestra historia.

Temas

En España

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal