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Por debajo del maquillaje

Los separatistas están encantados de ver a Sánchez así de débil. Y, cuánto más lo esté, más lo sostendrán.

Los separatistas están encantados de ver a Sánchez así de débil. Y, cuánto más lo esté, más lo sostendrán.
Europa Press

Los medios tratan de analizar la reacción de Sánchez a la "sorpresa" de ver investigado a su secretario de organización. Es perder el tiempo. Pase lo que pase, el presidente siempre contesta con un guarismo, 2027. Lo demás no son más que mentiras, como su maquillaje para hacerle parecer el padre de los Addams. Y de ahí no hay quien le saque. Es lo que hagan los otros lo que hay que analizar.

Para empezar, Cerdán. El navarro, dócil como un cordero, ha entregado el acta de diputado y renunciado a todos sus cargos y sueldos. ¿Qué sugiere esto? Pues la existencia de un acuerdo previo, suscrito tal vez hace semanas, cuando todo el mundo sabía que el bajito estaba de porquería hasta las cejas. El que Sánchez no supiera nada hasta el miércoles pasado no se lo cree ni la pichona. El pacto ya se intentó con Ábalos. Nada induce a pensar que con Cerdán iba a ser diferente. Lo diferente es que Santos ha dicho que sí. El segundo indicio de la existencia de un trato se encuentra en que, dentro de la tetrarquía que va a dirigir interinamente la secretaría de organización, está una persona de la confianza de Cerdán, que ha recibido obviamente el encargo de que de allí no salga nada de lo mucho comprometedor que habrá. ¿Qué necesidad había de revelar la total ausencia de voluntad regeneradora poniendo a alguien que ya recibió subvenciones indebidas y sale en el informe de la UCO? La pregunta se contesta sola.

¿Y por qué Cerdán ha aceptado la oferta que Ábalos rechazó? Sólo hay una respuesta posible: porque fue mucho más generosa. Y lo fue, no tanto para evitar que salgan nuevas revelaciones, que también, sino sobre todo porque el grupo parlamentario está todo él formado por personas elegidas por Cerdán y que han sido hasta ahora fieles a Sánchez porque lo eran al secretario de organización. Enfrentarse al milagrés habría significado arriesgar la posibilidad de que el antiguo dirigente socialista reuniera a media docena de leales a su persona, los pusiera contra Sánchez y abriera la puerta a una moción de censura destinada exclusivamente a disolver las Cortes.

En cuanto a los aliados del Gobierno, es evidente que los nacionalistas están más contentos que unas pascuas. Tanto es así que el zoquete de Turull ha llegado a creerse Palmerston y le da por decir que Junts en Madrid no tiene aliados, sino intereses, que es lo que decía el gran político inglés que le pasaba a Gran Bretaña en Europa. A los demás separatistas, da igual que sean vascos o catalanes, de izquierda o de derecha, les pasa lo mismo. Están encantados de ver a Sánchez así de débil. Y, cuánto más lo esté, más lo sostendrán.

Los comunistas son otra cosa. Los de Sumar tocan presupuesto y soportarán estoicamente ser cómplices de la corrupción el tiempo que haga falta. Los otros, los de Podemos, quieren desmarcarse para mejorar sus perspectivas electorales y demostrar que no se han aburguesado como los otros. Pero no llegarán al punto de que puedan acusarles de forzar un adelanto electoral que dé el poder a la derecha. Y, por supuesto, seguirán votando toda ley antidemocrática que ayude a desmontar el régimen del 78, especialmente la reforma de la Justicia parida por Bolaños y que persigue acabar con la división de poderes. ¿Desolador? Es lo que hay.

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