
El empobrecimiento social, económico y moral de España es observado por todas las naciones de Europa con perplejidad. Es una manera de saber al instante el nivel de deterioro espiritual de los países que conforman la UE. Son muchas las naciones, ante el espectáculo español, que quisieran escarmentar en cabeza ajena. Pero creo que llegan tarde. Miran a España con tristeza, pero al instante se consuelan, porque creen que están mejor que nosotros. Es posible, aunque el estado de postración de la UE, o mejor dicho, del "gobierno" de la UE pudiera acabar enteramente contaminado por la corrupción del gobierno más corrupto del mundo civilizado, el de Sánchez y sus golpistas, separatistas y comunistas. Los diputados sanchistas han perdido la poca dignidad que les quedaba al seguir apoyando al autócrata, después de todas las pruebas mostradas por la Guardia Civil, la Justicia y la prensa libre.
Esa desaparición de la dignidad amenaza extenderse por toda Europa. La clase política está tocada de muerte. En efecto, nada se contagia más fácilmente que la decadencia espiritual. La casta de la política de la UE está puesta en la picota sanchista. Mientras Sánchez siga en el poder, la UE corre peligros sin cuentos ni finales felices. La socialdemocracia y los populares europeos podrían estar tapando una supuesta dependencia sanchista de Estados narco-terroristas. Recuerden que Sánchez es el jefe de la Internacional Socialista… Cada hora que Sánchez pasa en la poltrona del Palacio de la Moncloa, es pagada con sangre, sudor y lágrimas de todos los españoles y, por supuesto, de millones de europeos. Eso lo dicen hasta sus correligionarios de partido. Son los mismos que gritan a los cuatro vientos: irreparable es el daño causado por Sánchez al PSOE y la democracia. Y a España y a toda Europa, hombre…
La pregunta de urgencia es: ¿cuánto durará todavía Sánchez en el poder? La respuesta es obvia: lo que resista el búnker. Cuidado, amigo, nadie crea que esto caerá fácilmente. El dictador aguantará, sí, porque nunca tuvo un proyecto político sino de supervivencia personal. Porque no hay un sólo proyecto político en este gobierno, sino solo personal, este tipo nos la hará pasar mal a todos con el uso de ley. Las leyes son, en efecto, Normas, pero para el autócrata son Armas terribles contra sus adversarios y enemigos. Él y todos sus congéneres políticos seguirán utilizando esas armas para proteger el búnker. Todo es un asunto personal. ¡Su Yo! Ni siquiera le importó no presentar en Cortes la única ley que facilita y legitima la acción de todo gobierno: la Ley de Presupuestos Generales del Estado.
Desde que se hizo con el poder de modo torticero, Sánchez sólo tenía un plan personal muy elemental, pero, ay, muy eficaz, porque sigue en el poder. Sólo quería ser impune a la justicia. Su obsesión fue hallar impunidad para jamás ser juzgado en los tribunales de justicia. En primer lugar, trazó círculos concéntricos de protección de su figura y de su allegados; aunque algunas de esas barreras de protección amenazan ruina, nadie crea que caerán pronto. Más tarde, eliminó todos los estándares jurídicos para rebajar las penas por delitos de corrupción, intentos de golpe de Estado, etcétera. En tercer lugar, se vanaglorió de hacer depender directamente de él la Fiscalía General del Estado, maniatar a los fiscales anticorrupción, naturalmente, para hallar impunidad. La supresión de la acusación popular también llegó. Entre otras medidas y acciones de este gobierno para proteger a Sánchez, aparte de la citada proposición de ley que prohíbe la acusación popular a partidos y asociaciones afines, está la propuesta de sustraerle a los jueces la instrucción en favor de los fiscales, la eliminación del reclutamiento objetivo de jueces y fiscales y, en fin, el hacer depender de él la presidencial del Tribunal Constitucional.
Todas esas medida, y otras de parecido jaez, sólo buscan la impunidad "la inexistencia, de hecho o de derecho, de responsabilidad penal, así como de responsabilidad civil, administrativa o disciplinaria, porque escapan a toda investigación con miras a su inculpación, detención y procesamiento", en fin, la impunidad implica la casi desaparición del Estado de Derecho. La búsqueda permanente de impunidad es la mejor prueba para decir que estamos ante un dictador de libro. Es, pues, pertinente volver a preguntar: ¿cuánto durará todavía en el poder? Lo que resista el búnker donde se encastilla el presidente como menos legitimidad de origen y ejercicio que ha tenido un gobierno de España en toda su historia. ¡Y la UE sigue mirando para otro lado! Me temo que la Comisión Europea no se salvará fácilmente del fuego español!