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El efecto Cerdán: Terror en todo el sanchismo

Que personajes como Yolanda Díaz o Gabriel Rufián no se dejen fotografiar con Pedro Sánchez resume el crédito de Don Teflón. La caída de Cerdán es el entremés

La presidenta de Navarra, la socialista María Chivite, está acorralada. Su estrecha relación con Santos Cerdán, las adjudicaciones a Servinabar (la empresa de Cerdán), los crecientes indicios sobre trámites irregulares en la administración autonómica y sus reuniones con otros personajes involucrados en la trama, como el empresario Antxon Alonso, son algunos de los extremos que podrían precipitar más pronto que tarde la caída de la presidenta navarra y líder del PSN. Su situación es absolutamente insostenible y su suerte debe correr pareja a la de su gran amigo Cerdán, el hombre por el que derramó unas lágrimas supuestamente de sorpresa y decepción, como Sánchez.

Un análisis somero del comportamiento de Chivite y de su íntima conexión con Cerdán y Koldo García induce de manera inevitable a considerar que la presidenta de Navarra ejercía el papel de facilitadora de las adjudicaciones a la trama corrupta del PSOE. Navarra habría sido el primer teatro de operaciones de Cerdán así como el trampolín para dar un salto a Madrid que amplió su radio de operaciones. En el PSOE dan tan por amortizada a Chivite, otro cadáver político del sanchismo, que el gran temor en la organización socialista es que Navarra no sea la única ramificación territorial de la trama. El archivo sonoro de Koldo García en poder de la Guardia Civil es tan exhaustivo que todo el socialismo está en el disparadero.

El estado de agitación y nerviosismo de Salvador Illa avala los miedos socialistas sobre la extensión de los tentáculos corruptos. Illa niega las acusaciones e insinuaciones del PP y de Vox, asegura que no tiene nada que ocultar pero cada vez que se le recuerda que fue ministro de Sanidad durante la pandemia estalla como un auténtico enajenado. Tanto empeño en negar cualquier vinculación con Ábalos (excompañero de Consejo de Ministros) o con Cerdán, hasta hace una semana el señor Lobo del PSOE, resulta ciertamente sospechoso.

Francina Armengol, expresidenta balear y presidenta del Congreso de los Diputados, es otra de las señaladas. Que Koldo se dirigiera a ella llamándola "cariño" no presagiaba nada bueno. Como tampoco es buena señal que negara primero haberse reunido con Aldama para acabar cambiando de versión y aceptando que sí se había reunido con el empresario que ahora tira de la manta. Y lo mismo se puede decir de Ángel Víctor Torres, ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, achicharrado por sus propias contradicciones. O de Elma Saiz, actual ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones y exconsejera de Economía y Hacienda del Gobierno de Navarra en pleno apogeo de las adjudicaciones a Cerdán y asociados.

Se entiende el estado de pánico en el Gobierno. Hay preocupación en Interior y aún más en los negociados de la vicepresidenta María Jesús Montero, a quien le acaba de dimitir José Antonio Marco Sanjuán, presidente del Tribunal Económico Administrativo Central (TEAC) y persona de su máxima confianza, justo después de ser acusado de anular sanciones tributarias a cambio de suculentas contraprestaciones económicas. Óscar Puente, de baja por paternidad, se dedica a difundir en la red social X las licitaciones y adjudicaciones millonarias de su ministerio, otra zona cero de la corrupción socialista. En menos de seis horas el ministro de Transportes ha tuiteado obras por más de cincuenta millones de euros. Un festival.

Todo está contaminado por la corrupción sanchista. Que personajes como Yolanda Díaz o Gabriel Rufián no se dejen fotografiar con Pedro Sánchez resume el crédito de Don Teflón. La caída de Cerdán es el entremés. Esto no ha hecho más que empezar. El presidente del Gobierno está en el centro de un campo minado acompañado por todos sus ministros, barones y peones.

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