
Viví seis años en Nueva York. Seis años dan para recibir muchas visitas. Invariablemente, todas me preguntaban lo mismo: ¿qué musical recomiendas que vayamos a ver a Broadway? Había que ver su cara cuando yo, invariablemente, siempre les contestaba: "Con todo el respeto por Broadway…¿por qué no os vais a ver una ópera al Met?".
La mera mención de la palabra "ópera" les hacía bailar los ojos en las órbitas y ahogarse en objeciones. Teníamos a continuación unos diálogos dignos de una sesión de control en el Congreso.
Invitados: "¡Pero la ópera será carísima!"
Yo: "En Broadway, en cambio, como es sabido, lo regalan…"
Invitados: "¡Pero no me voy a enterar de nada!"
Yo: "La ópera la subtitulan, los musicales, no"
Invitados: "Seguro que me aburro"
Yo: "¿Cómo lo sabes si no lo pruebas por lo menos una vez?"
Sospecho que esto tiene algo que ver con el despampanante, emocionante éxito de Rosalía con Lux. Nunca habíamos vivido en sociedades más igualitarias en la teoría y más de castas en la práctica. La complejidad, el esfuerzo, la intensidad, el desafío a mantener la atención concentrada en algo más de cinco minutos, o de recordarlo más de diez, constituyen delitos de lesa mediocridad. En resumen: muera la inteligencia (o el mérito). Da igual si lo firma Millán Astray o cualquier pope woke.
A mí personalmente me ha encantado Berghain. Mis amigos músicos o incluso musicólogos están algo divididos sobre la cuestión. Hay quien celebra la audacia de la operación, hay quien parece un tanto escocido por ella, como si pensara que eso es hacer "trampa". Yo, que escucho a todo el mundo, pero en última instancia me guío por mi instinto, no paro de ponerme el vídeo para sobrevivir a muchas miserias del día a día. Para disolverme en la voz de Rosalía como un terrón de azúcar. Agradecido de desaparecer.
Doctores tendrá la Iglesia para evaluar cuánto hay de pureza y cuánto de marketing en algo obviamente pensado para arrasar. Pero nadie puede negar que lo que hay por encima de todo son muchas horas de vuelo. Que esta muchacha capaz de conjugar copla, reguetón marrano, motomamismo y bel canto no le tiene miedo a nada. No le tiene miedo a volar cada vez más alto. Berghain es una bofetada en la cara de todos los que sostenían y sostienen que la gente es cada vez más burra, más lerda y más incapaz de apreciar nada que no sea una porquería. Que los buenos jamones, también musicales, no son para los pobres, de bolsillo o de espíritu.
Seguramente Rosalía no se podría permitir hacer esto sin su éxito previo con apuestas menos arriesgadas. Pero que el reto y la ambición estaban ahí lo demuestra que ella no empezara cantando "malamente" en un garaje y ya está, sino estudiando musicología y graduándose con honores. Había, hay, siempre ha habido, siempre habrá, hambre de Lux. Como hambre tenían los hombres del fuego, a lo mejor sin saberlo, hasta que Prometeo se lo arrebató a los dioses, dejándolos con un palmo de narices.
