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Charles Krauthammer

Camino a Europa

Obama entiende la crisis económica actual como una oportunidad. Lo ha dicho abiertamente. Y ahora sabemos en qué consiste esa oportunidad: transformar a Estados Unidos en una socialdemocracia de corte europeo.

No fue un gran discurso pero fue extraordinariamente consecuente. Si Barack Obama tiene éxito, su parlamento ante ambas cámaras del Congreso será considerado histórico, en la práctica como el documento fundacional del obamismo. En su forma actual, constituye el manifiesto socialdemócrata más descarado pronunciado nunca por un presidente estadounidense.

En la primera parte del discurso, donde justificaba sus esfuerzos de estabilización económica, se centró sólo en la economía doméstica. La crisis es para Obama un rompecabezas tecnócrata que es imperativo solucionar porque de lo contrario perderá el favor de la opinión pública.

Al contrario que la mayoría de presidentes, sin embargo, él no codicia el apoyo de los ciudadanos porque sí. Algunas personas se convierten en presidentes para llegar a ser alguien, otros para hacer algo. Es esto lo que diferencia, digamos, a un Ronald Regan de un Bill Clinton. Obama se dio cuenta en su momento de que Reagan cambió la historia de Estados Unidos, mientras que Clinton no fue capaz de hacerlo; por eso, se ve a sí mismo como un Reagan.

El republicano llegó al poder para hacer algo: reducir el tamaño del Gobierno, bajar los impuestos, reconstruir la capacidad defensiva del país. Obama dejó claro que tiene la intención de ser igualmente transformador. Sus metas son tres: sanidad universal, educación universal y una nueva economía energética ecológica financiada por el Estado.

En cuanto a la sanidad pública universal, Obama quiere hacer como Lyndon Johnson con la seguridad social para la tercera edad. El demócrata no ha mostrado en público su predilección por el sistema sanitario canadiense o inglés, pero sólo por motivos estratégicos. En América no podemos llegar allí de manera directa.

Así, en su lugar Obama creará un paso intermedio que le conducirá inevitablemente al sistema sanitario ingles, basado en la existencia de un fondo común. La forma de hacerlo será reformar el sistema para conservar un sector de sanidad privada pero con una cobertura pública alternativa tan atractiva que la gente vaya abandonando voluntariamente el sector privado. El resultado final es una sanidad pública totalmente socializada. Esto no sucederá probablemente hasta mucho después de que Obama abandone la presidencia. Pero será recordado con acierto como su padrino.

Y del mismo modo que el presidente desea una sanidad pública desde la cuna a la sepultura, también desea una educación pública desde la cuna hasta el despacho. En particular, quiere destinar mucho más dinero público a la educación superior; no en vano siempre ha mostrado su orgullo por que nuestro país instaurara la educación básica gratuita durante la Revolución Industrial, por eso también quiere instaurar la educación universitaria gratuita durante la Era de la Información.

Por último, Obama también aspira a ser con respecto a las energías verdes lo que Kennedy fue con los viajes a la Luna: su visionario y creador. De este modo, sus primeros pasos consisten en crear una red de energías renovables subvencionada por el Gobierno con miles de millones de dólares a fondo perdido.

Estas revoluciones en sanidad, educación y energía no son simples esperanzas abstractas. Ya han tomado forma en el colosal paquete de estímulo de 787.000 millones de dólares de Obama, una gigantesca ampliación del gasto social que constituye la entrada de la hipoteca que permitirá renovar el contrato social estadounidense.

Obama entiende la crisis económica actual como una oportunidad. Lo ha dicho abiertamente. Y ahora sabemos en qué consiste esa oportunidad: igual que la Gran Depresión dio lugar al New Deal de Franklin Delano Roosevelt (que consistió en enterrar el liberalismo y dar carta de naturaleza al estado de bienestar), la presente crisis da a Obama la cancha necesaria para transformar a Estados Unidos en una socialdemocracia de corte europeo.

En la Unión Europea el gasto público sobre el PIB ha descendido ligeramente durante los últimos 10 años: del 48% al 47%. En Estados Unidos se ha disparado del 34% al 40%. Parte de este crecimiento explosivo se ha debido en las intervenciones que ha realizado la Administración Bush para "rescatar" al sector privado. Pero, aun así, la idea fundamental de los republicanos era retirarse tan rápido como fuera posible de la economía. Obama tiene ambiciones radicalmente distintas.

La diferencia entre Europa y América en los porcentajes de gasto público sobre el PIB se ha estrechado del 14% al 7%. Dos legislaturas de Obama y ese margen se reducirá a cero.

Los conservadores tienen una visión pesimista del Estado niñera y regulador que representa la Unión Europea: esclerosis económica y estancamiento social. No obstante, Obama está en auge y cuenta con el mandato personal para conducir al país donde quiera. Ha comenzado ya a caminar hacia Bruselas.

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