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Cristina Losada

Cuéntame otro fraude histórico

La tenían que haber cancelado mucho antes por otro fraude. Por fraude histórico.

La tenían que haber cancelado mucho antes por otro fraude. Por fraude histórico.
Efe

No debería escribir sobre la serie Cuéntame, pero por eso mismo. Justo porque no la he visto más que un par de veces, dos y no más, y por buenas razones. La primera y principal tiene que ver con la realidad. Los episodios en los que caí por azar no sólo chocaban en tal o cual detalle con la época que pretendían reflejar. Eso sería perdonable. No del todo, pues de una serie con los medios de que ha dispuesto Cuéntame cómo pasó se debe esperar un cuidado especial al detalle. Pero hay tantas series históricas que fallan en ese aspecto, que habrá que rebajar por fuerza el grado de exigencia. De hecho, la gran aceptación que han tenido muchas de ellas significa que esa rebaja de la exigencia es general. Y preocupante. No puede haber así mejora de la calidad.

La España que se proponía historiar Cuéntame era reconocible, pero no porque se pareciera a la realidad. Se parecía a la caricatura tantas veces reproducida en artículos periodísticos, en reportajes, en libros, en la conversación. No recuerdo si los episodios que vi se desarrollaban a finales de los años 60 o a principios de los 70. Lo que recuerdo es que se veía un país muy cutre, pobretón y pueblerino, un país que remitía más a la España, también ficticia, de Bienvenido míster Marshall (1953) que a la España urbana real de veinte años después. Quizá el único tópico que faltaba en aquellos episodios eran las mujeres de luto con pañoletas negras, estampa clásica del viejo rural.

El retrato de España y los españoles que trazaba Cuéntame era un tópico de tópicos, una caricatura de la caricatura. La madre de todos los tópicos es que, justo antes de la Transición, incluso después de ella, éramos un país totalmente cerrado, atrasado, pacato, adocenado, retrógrado, amén de un páramo cultural e intelectual, alejadísimo en sus costumbres y sus tendencias de los países de nuestro entorno. Y el tópico derivado es que, como por un salto cuántico, se pasó de aquel erial miserable lleno de paletos a una explosión de modernidad. Algunos tienen el cuajo de datar ese salto en la llegada del PSOE al Gobierno en 1982; otros, más rocanroleros pero igualmente adanistas, en la Movida. Escribí de este cliché en La Ilustración Liberal hace años, y a través de una revista teatral de la época di cuenta de una parcela de la cultura que estaba en plena ebullición en los años grises del tardofranquismo. El cambio de la sociedad española precedió al fin de la dictadura. Es más, eso fue factor determinante de su final.

Me dirán que cómo pude llegar a ese juicio sumarísimo sobre Cuéntame viendo sólo retazos de un par de episodios. La respuesta corta es que conozco el percal. Conozco la caricatura: he visto cómo se dibujaba, cómo se extendía, cómo le ganaba a la realidad. Sé que es mucho más fácil quedarse en el trazo grueso y en el lugar común que hacer lo contrario. Supuse que si los autores de la serie hacían la caricatura de la caricatura de la España de los 70, la seguirían haciendo después. Según mis noticias, no me equivoqué. Ahora se anuncia que cancelan la serie por la investigación por fraude fiscal y blanqueo de capitales de la que son objeto los dos actores, Imanol Arias y Ana Duato, que encarnan a los principales protagonistas. La tenían que haber cancelado mucho antes por otro fraude. Por fraude histórico.

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