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EDITORIAL

El empecinamiento suicida de Casado y García Egea

La dirección del PP debería tener muy claras las prioridades, y entre ellas no debería estar un enfrentamiento cainita, ya sea con Ayuso o con Abascal.

El PP arranca el año acumulando signos precisos sobre el desgaste al que le conducen las luchas fratricidas impulsadas por Pablo Casado y Teodoro García Egea, las arremetidas contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, o las descalificaciones contra la exportavoz parlamentaria Cayetana Álvarez de Toledo. Encuestas y sondeos son un fiel reflejo del galopante deterioro de las expectativas de la formación cada vez menos popular. Hace un año, Casado surfeaba sobre las olas demoscópicas como el futuro presidente del Gobierno. Hoy se ha caído de la tabla en no pocas encuestas y las que predicen que podrá gobernar siempre ponen como condición que tendrá que ser con el concurso fundamental de Vox, partido que sin hacer ruido recolecta el voto del hastío con el PP.

No ayuda tampoco a Pablo Casado el desdén con el que se maneja con Vox, precisamente, la indisimulada inquina que profesa a su líder, Santiago Abascal, o el hecho de que él y los principales dirigentes del PP participen de esa suerte de consenso de izquierdas por el que se pretende demonizar a Vox mientras se ensalza a formaciones golpistas como ERC o proetarras como Bildu. Es notorio que, si Ayuso obtuvo los resultados que obtuvo, no fue por enfrentarse a Vox, sino a la izquierda encabezada por Pedro Sánchez y por el por ella amortizado Pablo Iglesias.

Es un dato importante de cara a la campaña de las elecciones autonómicas de Castilla y León, convocadas para el 13 de febrero. Si el PP logra ganar con holgura y formar gobierno sin necesidad de apoyarse en Vox, no será por que haga de la formación de Abascal su máximo enemigo. La dirección del PP debería tener muy claras las prioridades, y entre ellas no debería estar un enfrentamiento cainita, ya sea con Ayuso o con Abascal. Además, resulta obvio, meridiano e indiscutible que tal política es de todo punto contraproducente, especialmente para quien la practica.

Resulta sumamente chocante que los avisos demoscópicos no hayan propiciado aún un cambio de rumbo en la dirección del PP, empecinada en un proceso de autodestrucción que se le debe de antojar preferible a apaciguar los ánimos y recuperar las opciones de gobernar España. Casado y García Egea deberían considerar que lo importante no son sus intereses y deseos, sino los del conjunto de los votantes de su partido. Y esos intereses los están gestionando de una manera lamentable.

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