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EDITORIAL

El populismo del PP

El populismo consiste en hacer lo que, en teoría, conviene electoralmente al partido y no lo que necesita realmente el conjunto de la sociedad

A pesar de los crónicos problemas de comunicación que padece el PP, Mariano Rajoy ha confirmado esta semana que, efectivamente, tal y como avanzaban las filtraciones, el Gobierno devolverá la paga extra eliminada a los empleados públicos en el fatídico 2012 y, de hecho, no descarta aplicar subidas salariales tras los pasados años de congelación, con el único fin de reconciliarse con sus votantes funcionarios. Asimismo, el PP estudia anunciar nuevas bajadas de impuestos de cara al próximo ejercicio, más allá de las rebajas contenidas en la reciente reforma fiscal, para compensar, al menos parcialmente, los históricos sablazos tributarios de Cristóbal Montoro. Si a ello se añade el más que previsible aumento del gasto público en los Presupuestos Generales del Estado para 2016 y el incremento de la inversión, es evidente que Rajoy tirará nuevamente de chequera para tratar de recuperar el inmenso reguero de votos perdidos.

Esta particular estrategia electoralista no es más que otra deleznable forma de populismo, diferente al que defiende la extrema izquierda, sin duda, pero populismo al fin y al cabo. Por desgracia, el PP se equivoca, una vez más. En primer lugar, porque, si bien las reducciones de impuestos son más que bienvenidas, el aumento del gasto público constituye una pésima noticia para la economía nacional. España sufre el segundo déficit público más alto de Europa tras la rescatada Chipre, con cerca del 6% del PIB, mientras que la deuda roza ya el preocupante umbral del 100%. Subir el gasto a pesar de este brutal desequilibrio presupuestario supone una insensatez y una gravísima irresponsabilidad política, sobre todo si se tiene en cuenta que la recuperación depende más de factores exógenos (petróleo, bajos tipos de interés y favorable coyuntura exterior) que de las fortalezas propias de la economía española. Si este favorable contexto se trunca, España volverá a situarse en el centro de la tormenta, con todo lo que ello supone.

En segundo lugar, el PP se equivoca porque el populismo, consistente en hacer lo que, en teoría, conviene electoralmente al partido y no lo que necesita realmente el conjunto de la sociedad, siempre acaba pasando una costosa factura a la población. Rajoy erró estrepitosamente cuando, al comienzo de la legislatura, decidió disparar los impuestos, en lugar de reducir el gasto, y apenas liberalizó la economía, retrasando con ello el inicio de la recuperación, además de enfurecer a buena parte de sus votantes. Si hubiera cumplido sus promesas, la situación política y económica del país sería hoy muy diferente. Si el Gobierno hubiera bajado los impuestos desde el principio, apostando por la eliminación de la abundante grasa estatal, ahorrándose con ello el recorte de sueldos a los funcionarios, el PP no habría sufrido la actual sangría de votos. Asimismo, si Rajoy hubiera aprobado las profundas reformas estructurales que precisaba -y aún precisa- la economía, en materias tan importantes como el mercado laboral, energía, Administración Pública y liberalización de servicios, el crecimiento del PIB nacional no sólo habría empezado antes, sino que se sustentaría sobre bases mucho más sólidas, acelerando la imperiosa reducción del paro. Sin embargo, el presidente no hizo nada de lo descrito por miedo al desgaste electoral. ¿Resultado? El desgaste ha sido mucho más sustancial y, encima, el país no ha resuelto sus graves problemas económicos.

Y, en tercer lugar, el PP se equivoca porque por mucho que ahora baje impuestos y suba gastos, muchos de sus votantes no volverán. El sentimiento de traición, desconfianza y profunda decepción que desprende el Gobierno de Mariano Rajoy sigue muy presente entre sus bases. Si recupera parte de los votos perdidos será, simplemente, por el miedo que, lógicamente, genera el auge de la extrema izquierda en España, pero no porque el PP transmita ilusión, ni mucho menos. Y, aún así, la posibilidad de revalidar la mayoría absoluta se antoja imposible. Así pues, el particular populismo de Rajoy perjudica tanto a España como al propio PP.

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