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EDITORIAL

El PSOE, como pollo sin cabeza

No es esto, no es esto lo que necesita el PSOE. Ni despeñarse por el barranco de la demagogia ultraizquierdista y antisistema.

Qué espectáculo deplorable está dando el Partido Socialista desde el estrepitoso fracaso de las elecciones europeas y la capitulación del impotente, incapaz y decrépito Alfredo Rubalcaba. Verdaderamente parece un pollo sin cabeza, correteando tambaleante de acá para allá. Sus electores y simpatizantes deben de estar estupefactos.

Los presuntos regeneradores de la en tiempos sedicente "casa común de la izquierda" son los grandes responsables del bochorno. Sin vergüenza, sus maniobras delatan sus ambiciones: no hay altura de miras, visión a largo; de partido ni, mucho menos, de Estado. Prácticamente lo único que transmiten es desconfianza: no se fían los unos de los otros y no hacen el menor esfuerzo por ocultarlo o por superarla. Sus electores y simpatizantes deben de estar alucinando.

Los casos de Susana Díaz y Carme Chacón son especialmente sonrojantes. No se deben nada a sí mismas, tienen hojas de servicio manifiestamente mejorables –que diría el padrino González–, son las niñas protegidas o mimadas de hombres que las han manejado a su antojo, pero ahí están, como si fueran mujeres hechas a sí mismas, enarbolando banderas de renovación como si no hubieran sido parte de Gobiernos nefastos y de una manera de hacer política que está deshaciendo al PSOE y provocando graves problemas al propio sistema. Una se permite dar lecciones después de dar una espantada por la que puso miles de kilómetros de por medio entre ella y los problemas de sus partidos –PSC y PSOE– y la otra viene a refundar el socialismo desde la tierra del paro tercermundista, la megacorrupción y el latrocinio a gran escala a costa de los que peor lo están pasando.

No es esto, no es esto lo que necesita el PSOE. Ni despeñarse por el barranco de la demagogia ultraizquierdista y antisistema. Necesita arrumbar los oportunismos de baja estofa, los egoísmos inanes y apostar a la sensatez. El francés Valls o el alemán Schulz pueden servirle de referencia o modelo, por mucho que ya hayan quedado atrás las elecciones. O precisamente por eso.

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