La nueva ministra de Educación y Formación Profesional, Pilar Alegría, se ha propuesto el reto de superar a su antecesora Isabel Celaá en todo lo relativo a destrozar la enseñanza en España, descuartizar el sistema, anular lo poco de bueno que queda tras años de cesiones y concesiones a las corrientes pedagógicas más estultas y criminales. El propósito es obvio. Se trata de pisotear el futuro de los niños, adolescentes y jóvenes, de convertir a los alumnos del grado que sea en cobayas de los delirantes experimentos del nuevo socialismo, que es la peor versión de una ideología totalitaria, pero disfrazada ahora de un aparente buenismo que no es más que el camuflaje de una profunda indecencia.
El intento por convertir las matemáticas en una disciplina supuestamente apta y atractiva para las niñas descubre las actitudes machistas, casposas, anticuadas e ignaras de los promotores de semejante delirio de la ideología de género. Estamos ante el sexo de los números, un disparate mayúsculo, una auténtica aberración que acabará por destrozar la asignatura y por convertir a los estudiantes en verdaderos analfabetos funcionales, incapaces de afrontar la más sencillas sumas y restas.
Pretender adornar las matemáticas con eso que llaman "perspectiva de género" a fin de lograr más vocaciones científicas femeninas es todo un ejemplo de nefasto y fracasado conductismo y pone de relieve el sesgo autoritario de los responsables políticos de la enseñanza. El proyecto del ministerio de Alegría (sic) reza: "La adquisición de destrezas emocionales dentro del aprendizaje de las matemáticas fomenta el bienestar del alumnado y el interés por la disciplina y la motivación por las matemáticas desde una perspectiva de género, a la vez que desarrolla la resiliencia y una actitud proactiva ante nuevos retos matemáticos, al entender el error como una oportunidad de aprendizaje y la variedad de emociones como una ocasión para crecer de manera personal". Es imposible decir más estupideces con tan pocas palabras.
Y si eso ocurre con las llamadas ciencias exactas, no menos perniciosos y aberrantes son los planes diseñados para asignaturas como Conocimiento del Medio Natural, Social y Cultural o la nueva Valores Cívicos y Éticos, una disciplina que supone la culminación de la teoría de Celaà de que los hijos no son de los padres sino que pertenecen al Estado socialcomunista. Dicha asignatura no es ni más ni menos que la cosmovisión LGTBI, ecologista y relativista que ha adoptado el Gobierno como santo y seña en sus actividades de manipulación social. Y, ya sin recato alguno, el orwelliano Ministerio de Educación admite que se propone definir el significado de bueno y malo al tiempo que se abordan debates como "el respeto por las minorías y las identidades étnico-culturales y de género" o la "realidad LGTBIQ+", cuestiones todas ellas dirigidas también a alumnos menores de doce años.
Nada hay en los planes del Gobierno que apele al esfuerzo, al mérito, al progreso real y concreto, a la superación y al éxito, nociones todas ellas arrinconadas en favor de criterios ideológicos que van en contra del aprendizaje, la destreza, la práctica, la memoria y los resultados. Nada hay que apele a la excelencia, que incite a la mejora, que promueva los valores que impedirían que España siga siendo uno de los países con mayor tasa de desempleo juvenil. No, los planes del Gobierno no van de facilitar la comprensión de las matemáticas y educar a futuros ciudadanos, sino de sacrificar el futuro de generaciones enteras en la pira de un falso igualitarismo y una perversa idea del bienestar infantil.