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EDITORIAL

La miseria moral de ETA y sus blanqueadores

Que nadie se llame a engaño ni mire cobardemente para otro lado. No son días de esperanza sino de infamia.

Enésima escenificación de los criminales de ETA, la peor banda terrorista que haya padecido España: los asesinos exhiben la misma arrogancia y falta de arrepentimiento de siempre y, lo que a estas alturas probablemente sea peor, son legión los que se suman a la nauseabunda campaña de blanqueamiento con un entusiasmo muy poco disimulado.

Son los mismos que durante décadas han fungido de recogenueces; los que han mostrado simpatía y comprensión –cuando no admiración– por los asesinos; los que han dado la espalda a las víctimas en su elemental exigencia de memoria, dignidad y justicia para llegar a una falsa paz tutelada, en la que aquéllas sean humilladas y definitivamente olvidadas.

Su relación con ETA es un formidable indicativo de cómo la izquierda española –con encomiables pero minoritarias excepciones– ha experimentado una degeneración moral que ha acabado cristalizando en Podemos, partido que jamás ha condenado verdaderamente el terrorismo y que con cada nueva declaración o toma de postura deja claro que está mucho más cerca de los asesinos que de sus víctimas. Cómo olvidar, a este respecto, que Pablo Iglesias era uno de los contactos de referencia del entorno etarra y que ha dado cuenta de esa cordial cercanía en numerosas ocasiones, incluso ya como representante electo.

Así las cosas, no debe extrañar que este viernes, en lo que se anda vendiendo como acto final de ETA, vaya a haber una delegación de un partido que se siente especialmente a gusto entre quienes quieren destruir España.

No menos lamentable es el papel del PSOE, cuya responsabilidad en este estado de cosas es tremenda desde la traición del nefasto José Luis Rodríguez Zapatero, tan empeñado en destruir a la derecha política y social como en resucitar a una ETA moribunda cuando él llegó al poder, 11-M mediante.

Patxi López no ha desperdiciado la oportunidad de volver a exhibir su catadura y ha reclamado que los criminales etarras presos sean premiados, a pesar de su nulo arrepentimiento y su inexistente colaboración con la Justicia. López quiere además que esa aberración se perpetre con la "discreción" que suele acompañar a los actos vergonzantes. Lógico, por otra parte, y muy ilustrativo de la inmoralidad de la relación de los socialistas con ETA desde que Zapatero impidió su derrota definitiva e incondicional.

Mientras se bombardea con el mensaje de la derrota de ETA a una ciudadanía en gran medida ominosamente desentendida, los terroristas transmiten algo bien distinto al dictar que quien lea su comunicado definitivo sea el despreciable sanguinario Josu Ternera, que para mayor escarnio lo hace a cara descubierta, cuando pesa sobre él una orden internacional de busca y captura. Siguen siendo lo que siempre han sido, y todo lo que se les conceda lo presentarán como una derrota y una humillación para la democracia y para la nación españolas.

Por desgracia, las concesiones seguirán llegando. Porque unos, los de la cómplice izquierda más siniestra, es lo que, de hecho, quieren, y porque otros, empezando por el Gobierno, no tienen la menor intención de seguir combatiendo a los peores criminales que ha padecido la España democrática.

El panorama es así de desolador y los blanqueadores andan exultantes. Que nadie se llame a engaño ni mire cobardemente para otro lado. No son días de esperanza sino de infamia.

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