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EDITORIAL

Lavapiés y los indeseables

Lo sucedido estos días en el barrio madrileño es un aviso muy serio de lo que es capaz de hacer una ultraizquierda tremendamente tóxica, dispuesta a todo con tal de conquistar o conservar el poder.

Mame Mbaye, senegalés de 35 años con 12 de residencia ilegal en España, falleció en la tarde del pasado jueves en una calle del barrio madrileño de Lavapiés, tras sufrir un infarto. Fue atendido por agentes de la Policía Local que patrullaban la zona y por los servicios sanitarios, que trataron de reanimarlo durante una hora y media, lamentablemente sin éxito.

La muerte de esta persona es un hecho desgraciado que solo debería suscitar la lógica conmiseración por la pérdida de una vida humana, pero la extrema izquierda no desaprovecha ninguna ocasión para incitar el odio e incendiar las calles, aunque para ello tenga que recurrir a las intoxicaciones y mentiras más nauseabundas.

La impresentable Manuela Carmena fue de los primeros en salir a la palestra a poner en la mira a su despreciada Policía Municipal. La insensata y pésima alcaldesa de Madrid, sin saber realmente qué había sucedido, incendió las redes sociales con un mensaje en el que sugería que Mbaye había muerto como consecuencia de una persecución despiadada de la Policía que padece la desgracia de estar bajo mando, y anunciaba la puesta en marcha de una investigación de las que suele perpetrar la extrema izquierda. Podría haber cumplido con su deber y con las más elementales normas relativas de la prudencia y aun de la mera decencia y preguntado a la propia Policía y a los servicios sanitarios por las circunstancias del caso, pero Carmena y los de su ralea liberticida andan ya inmersos en una vasta campaña de agitprop que busca excitar las peores pasiones, generar un clima de tensión social difícilmente soportable e imponerse por el amedrentamiento, ahora que cada vez son más los españoles que ya no es que los rechacen, sino que los desprecian como lo que son: enemigos jurados de las libertades y la convivencia.

Tanto Juan Carlos Monedero como Ramón Espinar –cuándo dejará este hombre de especular– y, por supuesto, el hombre de Teherán en España, Pablo Iglesias, hozaron en la fake news del momento e hicieron igualmente un uso repugnante de la muerte accidental de Mame Mbaye. Evidentemente, no fue casual que Lavapiés acabara tomado por ultras de la misma ideología que Carmena, Monedero, Espinar e Iglesias, que arrasaron el mobiliario urbano, rompieron escaparates, saquearon comercios, destruyeron cajeros automáticos, incendiaron contenedores y agredieron a las fuerzas del orden. A todo esto, cuando ya estaba meridianamente clara la causa de la muerte de Mbaye, desde el equipo de Manuela Carmena, en vez de pedir perdón a la Policía, se culpó de lo sucedido al capitalismo, al que parasitan de manera desvergonzada estos antisistema de pacotilla, revolucionarios por cuenta siempre ajena.

Estos sucesos no pueden ser archivados sin más en el anecdotario político. Por el contrario, son un aviso muy serio de lo que es capaz de hacer una ultraizquierda tremendamente tóxica, terriblemente incompetente y dispuesta a todo con tal de conquistar o conservar el poder. Madrid no se merece estar en manos de estos indeseables. Ni el resto de España.

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