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Enrique Navarro

Zidane y Rajoy: dos hombres y un destino

Cuando se sale a empatar, casi siempre se pierde y este es el mal de Zidane este año y el de Rajoy.

Cuando se sale a empatar, casi siempre se pierde y este es el mal de Zidane este año y el de Rajoy.
Rajoy y Albiol, en un mitin en la pasada campaña electoral catalana | EFE

La celebración de los dos clásicos la semana pasada, ya que las elecciones en Cataluña, dada su reiteración, prometen tener la misma periodicidad que los clásicos futboleros, nos ha enseñado unas cuantas lecciones aprendidas de las que debemos tomar buena nota para comprender el futuro que nos depara a nuestros dos protagonistas.

Ambos tienen una historia común; fueron excelentes jugadores en equipos dirigidos por otros. Uno tuvo a Vicente del Bosque, nuestro mundialista, y el otro a Aznar. Hay que reconocer que los dos tuvieron suerte en cuanto a sus jefes, y estuvieron acompañados de jugadores de valía, algunos, y de unos cuantos inútiles, que supieron escabullir sus incapacidades dentro del juego de equipo.

El Real Madrid llegó al clásico con muchos partidos perdidos, a una distancia del Barcelona que hacía presagiar una remontada. Era un clásico en el que Madrid desplegaría todas sus virtudes. Rajoy llegó a su clásico, al igual que el equipo, en el peor momento, con muchos puntos de distancia con el secesionismo. Ambos optaron por la misma estrategia. Mejor jugar con el equipo de ídolos, sólo por una razón: porque sabiendo que la derrota era posible y probable, nadie podría achacarles que arriesgaron. Si pierdes con Albiol o Ronaldo, la responsabilidad del entrenador se escabulle.

El Madrid, como el Partido, ya había demostrado que tiene cantera y que funciona. Que cuando se deja paso a las nuevas generaciones, sale la codicia, el hambre, tan importante en el fútbol como en la política, aunque no seas tan hábil orador o no tengas la pierna de Ronaldo. Pero lejos de repetir modelos de triunfo, se optó por lo sencillo, dejar en el banquillo al futuro para aferrarse al pasado.

Sacar a Kovacic en lugar de Isco tenía un propósito: controlar a la figura del Barcelona, Messi, que, aunque parece que se pasa el partido en el exilio, cuando aparece marca la diferencia y gana los partidos que nadie esperaba. Rajoy sacó a Soraya para contener a Puigdemont, creyendo que éste estaba desgastado y que además no tenía equipo; craso error, Kovacic y Soraya le hicieron un tremendo pasillo a Messi y a Puigdemont, hasta el punto que los recuperaron para sus respectivas causas.

La actitud de los equipos dice mucho sobre lo que ha acontecido en los dos clásicos. El Madrid lleva una temporada presumiendo de títulos del pasado, pero absolutamente perdido en su juego, buscando sentido a todo lo que hace, pero con muy malos resultados. A Rajoy le pasa lo mismo, perdido en el juego de la política, y tratando de tapar los agujeros que le rodean sacando pecho y haciendo valer las capacidades de sus grandes jugadores. Pero los dos, Zidane y Rajoy, comparten el mismo destino. Sus grandes jugadores ya están amortizados, pero son tan caros que no se atreven a dejarlos en el banquillo por una sola razón: no arriesgar. Ni siquiera cuando hay que ser conservadores son capaces de aferrarse a su estilo, y juegan cada partido con una estrategia diferente, es decir improvisando.

Benzema, Ramos, Ronaldo, Bale han sido grandes jugadores, como Soraya, Montoro, Arenas o Cospedal, pero su juego ya no da más de sí y son una rémora para sus equipos, aunque los destellos que apuntan de vez en cuando, nos hacen pensar que todavía tienen mucho que decir. En el fútbol, como en la política, hay que tener visión a largo plazo, y Florentino y el pueblo español ya deberían estarpensando en el equipo que haga ganar no con el PSG o con el PSOE en la siguiente contienda, sino en el equipo que asegure un estilo de juego propio para una década, como sí han hecho el Barcelona y los secesionistas durante muchos años, y ahí está la diferencia.

El Madrid perdió una vez más frente al Barcelona produciendo en la afición una sensación de incapacidad que dura años. El Madrid ha ganado títulos, pero cada vez que llega el partido con el Barcelona sufrimos la terrible percepción de que el Madrid va a perder. Lo mismo ocurre cada vez que Rajoy se enfrente con el problema catalán: tenemos la intuición de que este partido lo vamos a perder. Nuestros dos protagonistas siempre sacan pecho de otros éxitos, que si el empleo, la economía, el mundialito, la supercopa, pero cuando llega el partido por la supremacía, a menudo nos quedamos con muy mal sabor de boca.

Los equipos de Rajoy y de Zidane están apagados, sin ilusión, cuando deberían tener todo a su favor. Sin embargo, el entusiasmo de Piqué o el de la pizpireta Elsa Artadi contrastan con el tono de mal perder de Albiol o de Ramos. Hay que construir equipo, en el Partido Popular y en el Real Madrid, pero el destino de sus líderes va en la dirección contraria. Ambos confían en la remontada en la segunda vuelta. Como si el Barcelona fuera a perder doce puntos, o los independentistas fueran a suicidarse después de lo que han conseguido en su clásico contra Rajoy. Y encima los dos tienen un problema añadido: no es que el Barcelona o los independentistas le hayan ganado, es que unos tienen al Atlético de Madrid y los otros a Ciudadanos por delante, haciendo que además de perdedores sean cada vez menos relevantes.

El Madrid se juega la relevancia en la Liga, y el PP la suya en el centro derecha, amenazada por equipos que con una plantilla mucho peor y con menos recursos, saben jugar a su estilo, y sobre todo ser coherentes con sus capacidades, y esta es la gran diferencia que puede arruinar la liga al Madrid y la primacía del centro derecha al Partido Popular.

El destino de Rajoy y de Zidane ya está escrito. La única diferencia que puede alargar la salida de Rajoy es que siendo gallego juega en casa frente al argelino francés Zidane, pero para que el Madrid y el Partido Popular puedan aspirar a ganar en el futuro sus clásicos, necesitan un nuevo entrenador y dar paso a jugadores con menos carisma, pero más empuje y hambre de triunfos. Cuando se sale a empatar, casi siempre se pierde y este es el mal de Zidane este año y el de Rajoy. Sólo un impulso de Florentino y del pueblo español podría revertir esta situación que apunta a una debacle en lo que queda de liga para ambos.

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