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Federico Jiménez Losantos

El encarnizamiento judicial con Zaplana

Del linchamiento mediático no te libras si perteneces al PP histórico. Y si le cae el caso a juez o fiscal de izquierdas, no lo instruye: lo disfruta.

Del linchamiento mediático no te libras si perteneces al PP histórico. Y si le cae el caso a juez o fiscal de izquierdas, no lo instruye: lo disfruta.
Eduardo Zaplana en uno de los registros en el día de su arresto | EFE

Una de las últimas fechorías del marianismo-sorayismo en su tenaz empeño de desmentir que alguna vez pertenecieron al PP de Aznar, o sea, al PP que alguna vez significó algo más que cargos en la política española, fue la caza judicial de Eduardo Zaplana, sin duda el político al que, con Rita Barberá, más debe la prosperidad valenciana del último cuarto de siglo. La teledetención de Zaplana y su prisión es uno de los más sangrantes casos de denigración personal y trituración civil sufrido por los líderes históricos del PP, para los que la presunción de culpabilidad, alentada por el teleduopolio de Rajoy y SSS, sustituye de forma inapelable la presunción de inocencia.

Ni en el caso de La Manada

Esto ha llegado a tal extremo en el caso de Zaplana que ni siquiera los que defendieron, con toda razón, el fuero de los jueces de Pamplona en el caso de la Manada, han extendido la defensa de un juicio justo para esa gentuza a un señor cuya imputación y prisión incondicional sin fianza se basa en los papeles que en un altillo de un antiguo piso dice que encontró un sirio de esos que Soraya y su General, ahora de otra obediencia, guardan en la Cuesta de las Perdices para imputaciones exprés, vía UCO, Fiscalía Anticorrupción y otros organismos cuya simple mención supone condena. Puede que el caso no llegue a juicio o si llega, el acusado sea absuelto. Pero del linchamiento mediático nunca te libras si perteneces al PP histórico. Y si le cae el caso a juez o fiscal de izquierdas, no lo instruye: lo disfruta.

No hace falta recordar la infame, infamada e infamante sentencia del juez De Prada, íntimo de Garzón y amigo de la ETA que sirvió en bandeja, tal vez con la ayuda de Soraya, la moción que echó del Gobierno al PP. Y en su día se estudiarán, acaso juzgarán, las actuaciones de la Hada-Jueza-ANECA, pasmosa instancia de convalidaciones universitarias españolas, aunque sólo en el caso co-instruido con Ignacio Escolar, el del master de Casado, derivado arbitrariamente por el panfletista progre y la jueza, del de Cifuentes, caso que no debería serlo, pero que sigue alimentando las nunca satisfechas fauces de la Izquierda mediática, judicial y política. Y de paso, dejando en ridículo el periodismo llamado de investigación, que a veces es de simple confabulación sectaria, con toques de lamentable corporativismo.

Tercera petición médica de prisión atenuada

Dado el origen –el sirio del altillo y el yonqui del dinero– del caso Zaplana, es muy posible que cuando haya juicio, si una instancia superior no le quita antes el caso a la jueza instructora por su asombrosa actuación, el investigado, mediáticamente condenado, sea absuelto. También podría ser condenado con pruebas fehacientes, y yo personalmente lo lamentaría, pero eso debería ser después de un juicio justo al que, como todos los españoles, tiene derecho. En la práctica, el período de instrucción se ha convertido ya en juicio para los personajes relevantes. Las filtraciones son los fiscales, los titulares en los medios, las pruebas, y la condena, si la hay, apenas se oye, salvo para anunciar recurso contra la sentencia, escandalosa si favorece al políticamente condenado. Otro caso llega al patíbulo mediático y aunque el recurso naufrague y el juzgado sea declarado inocente, condenado está y pronto olvidado en beneficio de otra instrucción telejudicial semejante. En este sistema, es mejor ser culpable, porque, si no lo eres, socialmente te han condenado igual y arrastras la amargura de saberte inocente… en vano.

El caso de Zaplana presenta, sin embargo, tales singularidades que convierten en amenidades insignificantes las feroces costumbres judiciales. Acabamos de conocer que, por tercera vez, la defensa ha presentado otro angustioso informe médico, informando de la mortal gravedad de su estado a una jueza que se empeña, con una prosa digna del Marqués de Sade, en mantenerlo en prisión incondicional, no en su domicilio y con cargos. No hay precedentes por la gravedad del enfermo ni el ensañamiento del juez.

Sería fácil comparar su caso al de Bolinaga por lo criminal o a los Pujol por lo civil. No hace falta. Yo no conozco caso semejante, y la jueza, que parece no leer o no entender los informes médicos, tampoco. Hasta ocho veces ha sido ingresado tras un trasplante de médula para tratar una leucemia que le dejó sin defensas. Pese a ello, la jueza que instruye –ojo: no juzga– el caso, parece burlarse del estado de salud de Zaplana con frases tan peregrinas y arbitrarias que parecen criaturas intelectuales de Carmen Calvo. Me remito a las peticiones de la defensa e informes de los médicos y al último y tremebundo auto de la jueza. Si Zaplana falleciera en esa cárcel donde tan arbitrariamente lo mantiene la jueza, no tengo duda de que ella acabaría en el banquillo, acusada de prevaricación continuada y negligencia criminal. Para la Justicia española, para ese PP que tan cobardemente calla y para la propia jueza sería aconsejable no correr ese riesgo. Repito, mortal.

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