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Javier Somalo

Podemos no llegó para gobernar

Dice Félix de Azúa en Tiempo que Podemos no es sino "fascismo simpático". Lejos de frivolizar sobre problema, el filósofo arremete con dureza contra el partido de Pablo Iglesias y Ada Colau, aditivo de la dictadura nacionalista por si le faltaban pulgas al perro.

Sin embargo, me quedo sólo con el sustantivo y con la denuncia que hace Azúa sobre la inepcia de estos revolucionarios de pacotilla que están empotrados en muchos ayuntamientos. Es la política de la mera ocupación, con k; no se trata de gobernar sino de estar en el poder, llenar ese espacio y contemplar con gozo el Principio de Arquímedes. Como ya no necesitan acampar o levantar barricadas, inevitablemente llegan esos ratos muertos tan propicios para la imaginación: ceniceros portátiles –otrora para pavesas judías–, nombres de calles, felicidad, servilletas, cosas bonitas, padrenuestros, títeres, censura a espuertas, purgas y cuchillos largos. Todos ellos son elementos imprescindibles para gobernar en Venezuela o en la Cuba que dice abrirse al mundo, la misma que sigue encarcelando y deteniendo a los suyos mientras el gobierno español le condona deuda… como si eso favoreciera a los cubanos. Fascismo puro, siempre barnizado, eso sí, de falsa alegría y estudiada espontaneidad.

Ninguno de ellos se veía en puestos de gestión y así se han reconocido en numerosas ocasiones. Rita Maestre, forzó hasta la dislocación mandibular su sonrisa y no dejó de posar, cuando Sandra León le preguntó si podía seguir en su puesto tras haber mentido. "Sí", contestó, y ordenó algunos papeles que tenía delante y que jamás necesitará. Trató por todos los medios de censurar la curiosidad de la periodista pero hubo contagio en la sala y se le fue de las manos el control de la epidemia. Aquel asalto a la capilla de la Universidad Complutense persigue a Rita, que en alguna ocasión ha admitido que ella no se imaginaba que llegaría hasta donde está. Pero como –inexplicablemente, hasta para ella– llegó, pues las imágenes de su agit-streap la acompañaron. Rita negó y mintió. Ante el juez se mostró más recatada: aquella juventud, el torso desnudo, no quise ofender, cierto rubor. A ver si resulta que eso lo explica todo: que se ha vuelto casta cuando antes presumía de no serlo.

También Manuela Carmena defendió a los suyos como jóvenes inexpertos que necesitan tiempo para integrarse en la política pues proceden de la militancia callejera, de su antisemitismo particular, de su coqueteo con el terrorismo, de sus antecedentes penales o de la nada más profunda que brota entre la hierba primaveral de algunos campus universitarios. De pronto se vieron bajo los focos mediáticos de la Derecha, y allí florecieron para madurar en los platós del oligopolio televisivo y llegar al poder, no al gobierno. Hay que darles tiempo, sostiene Carmena, que acumula de sobra, porque han entrado a dedo en puestos de gestión para practicar la okupación y sólo para eso. La revolución ha resultado aburrida. Ya se les ocurrirá algo para disimular que su función es sólo taponar. Pero ni siquiera son simpáticos aunque todo fascismo intente parecerlo en algún momento.

En su entrevista en Tiempo, Félix de Azúa llega a decir:

Una ciudad civilizada y europea como Barcelona tiene como alcaldesa a Colau, una cosa de risa. Una mujer que debería estar sirviendo en un puesto de pescado. No tiene ni idea de cómo se lleva una ciudad ni le importa. Lo único que le importa es cambiar los nombres de las calles.

Más allá del malestar que haya podido causar la frase del filósofo en el gremio –no porque se sientan menospreciados sino por la mera posibilidad de que pudiera ser cierto– conviene no perder de vista la reacción de la aludida, que le califica de "machista" y "clasista". Colau, la antaño afectada por hipotecas que nunca tuvo porque jamás necesitó ve lo que, en el fondo, siente. No tienen ni idea ni les importa, es la pura verdad. No están aquí para gobernar pero están llegando al poder, que es todavía peor.

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