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Javier Somalo

Quien con comunistas se acuesta…

¿Ha podido contribuir Podemos a airear la visita de José Luis Ábalos al territorio inmune de un avión para verse con la vicepresidenta de Maduro?

¿Ha podido contribuir Podemos a airear la visita de José Luis Ábalos al territorio inmune de un avión para verse con la vicepresidenta de Maduro?
José Luís Ábalos, en una imagen de archivo. | EFE

Aquel abrazo entre Pablo Iglesias y Pedro Sánchez fue tan prieto y falso que ahora andan palpándose a ver si cada uno lleva la cartera en su sitio. Son las desconfianzas mutuas las que están empezando a herir de gravedad a un Ejecutivo que presume de pionero por gobernar con comunistas y que puede irse a su casa precisamente por eso. La crisis abierta, primero en Bolivia y ahora en Venezuela, terminará por ser más grave para el PSOE de Pedro Sánchez que todas las barbaridades cometidas a favor de los golpistas de Cataluña.

¿Ha podido contribuir Podemos a airear la visita de José Luis Ábalos al territorio inmune de un avión –un Falcon, por supuesto– para verse con la vicepresidenta de Maduro, Delcy Rodríguez, que tiene prohibido pisar territorio Schengen? Y quizá cabe preguntarse antes: ¿Pudo contribuir el PSOE a filtrar los trapos sucios de Podemos en Bolivia?

Recordemos que hemos pasado de la "visita de cortesía" con encapuchados a la embajada de México en Bolivia a esta inexplicable reunión, dentro de un avión y de madrugada, con la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez. Del caso boliviano pueden llegar a confirmarse muchas noticias sobre la financiación de Podemos y no sería extraño que el partido de los Kirchner de Galapagar hubiera tirado de influencias para descubrir –o colocar– al ministro Ábalos madurando relaciones en un avión con el régimen chavista.

Y aquí llega el siempre grotesco momento de las versiones. Sólo se ha reunido con el ministro de Turismo venezolano porque es su amigo. Ha visto a la tal Delcy pero no se ha reunido con ella. Es el villarejismo político: todo el mundo lo ha visto pero nadie lo conoce hasta que sale a la luz alguna cinta. Al principio se niega la mayor pero, según avanzan las evidencias, el villarejismo proporciona varias salidas: encuentro fortuito, estaba allí pero no hubo saludo, hubo saludo pero nada más… En el caso de Ábalos, la penúltima versión exculpatoria es que el encuentro fue inevitable, "un saludo forzado" y casi a traición, como cuando José María García hacía entrevistas a tres bandas sin que los entrevistados lo supieran previamente. Ya vencido por la realidad, y después de abroncar a los periodistas, añadió Ábalos: "Lo resolví como mejor pude". Pues me temo que ni eso. Ahora hasta es posible que fuera la bolivariana que tiene prohibido pisar suelo europeo la que exigiera ver a algún mandamás socialista en su Falcon y en la terminal privada. Y dieron hasta las tres de la madrugada… Todo muy normal.

Unos van a Fitur, se supone que para exportar las bondades del turismo bolivariano –tres comidas al día y cola para consumir sin tregua–, y otros siguen rumbo a Turquía aunque haya quien asegure que el destino de la vice Delcy no estaba muy claro y que pudo aterrizar finalmente en Doha. El caso es que hay mucho vuelo y revuelo internacional mientras se desmonta –o por si lo hace– el régimen tiránico de Maduro, que es el de los Castro, el comunismo. Y, como suele ocurrir cuando el comunismo se va, urge colocar el botín robado a buen recaudo. Hay mucho dinero y cualquier colaboración se paga con escandalosa generosidad. Por eso los venezolanos de bien viven ahora tan mal. Un gobierno de un país democrático no puede verse involucrado en nada parecido y por eso hacen bien PP, Vox y Ciudadanos en exigir explicaciones y plantear el cese de Ábalos. A ver si en esto no discuten.

Pues he aquí la posible Batalla del Insomnio. Pese que Sánchez miente por afición, algo ha de quedar de su alergia a compartir mesa de consejo con Podemos y más aún con Pablo Iglesias como vicepresidente. No es política, es cuestión personal entre machos alfa como demostró cuando dijo temer las noches en vela. Si accedió es porque no tenía más remedio, por más que presuma de haber ganado unas elecciones, para evitar un pacto de Estado con el centro derecha que dejaría maltrecha su ya escasa valía política. Pero el falso tratado de amistad sellado con el abrazo pastoso está vigilado de cerca por Iván Redondo con todas sus consecuencias. Que querían un Podemos débil ya lo demuestra el despiece infinito de carteras y las cuatro vicepresidencias. Y que el objetivo es matar al socio en cuanto sea posible para que el PSOE vuelva a ser administrador único de la Izquierda es lo que empieza a quedar meridianamente claro. Tanto como que Podemos no se va a dejar aunque, de momento, no tenga prisa alguna.

Los términos de la batalla podrían ser los descritos o cualquier otra derivada de similares características. Puede que el PSOE se reuniera con la vice chavista para sonsacar algo de Podemos, o que lo hiciera animado o presionado por Podemos y haya caído en la trampa. Pero lo que parece fuera de toda duda es que el eje Caracas-Madrid-La Paz atraviesa la mesa del Consejo de Ministros y amenaza con hacerla añicos.

El caso es que, entre todos, al final nos hacen un favor argumental de incalculable valor porque un gobierno como el de Pedro Sánchez, con comunistas, golpistas y terroristas blanqueados, lo natural es que tenga las mejores relaciones internacionales con sus auténticos homólogos. Unamos a todo esto la imposible explicación de sus maniobras para legalizar un golpe de Estado en España "diga lo que diga el Supremo" y tendremos la imagen real de nuestra nación en el mundo. Con lo que éramos. Con lo que podríamos ser…

No ha tardado en saltar de su retiro Felipe González, y en esto lo cierto es que siempre es impecable. El orden es Guaidó; Maduro, la tiranía. Bien sencillo. Venezuela es de los pocos asuntos que, de vez en cuando, despierta al ex presidente y le permite arrojar en rostro ajeno lo que de veras opina de Sánchez. Aunque González tiene arrancada de caballo y parada de burro, bien está que dé la batalla por esta causa de la libertad que ya se ha llevado muchas vidas por delante y que sirve de espejo mágico para mirar a España dentro de unos años si alguien no lo remedia. Con un poco más de voluntad hasta podría hacerse entrenador personal de García Page, Lambán, Fernández Vara o Robles para que se decidan a hacer algo útil por su partido y por su país. Pero se resiste esa breva, aferrada a su ramita.

Josep Borrell se despistará un rato más porque, por muchos principios de los que presuma, es bien capaz de decir en cada lugar lo que se espera que diga y luego solucionar la incongruencia manifiesta con un indignado aspaviento propio del que presume de estar de vuelta hasta de sí mismo. Y mientras, José Luis Rodríguez Zapatero"Ciao, mi príncipe", le dice Delcy– ya ha respondido a González aplaudiendo con las zarpas de Maduro el hecho de que Sánchez no quiera recibir a Guaidó. Zapatero, sí. Que no nos libramos de él. Los escandalosos acontecimientos han obligado al Gobierno a anunciar que recibirá al auténtico líder venezolano –parece que lo hará la ministra González Laya cuando vuelva de Marruecos, que se quiere quedar con aguas españolas en Canarias– y fingir un entendimiento que tendrán que explicar al vicepresidente de lo social, o de lo político-social, que resulta más acorde.

Es sabido que las mentiras matan al mentiroso –y las versiones, al indeciso– sólo en la derecha, antaño PP. La izquierda viene provista de un chubasquero argumental y, sobre todo, catódico que la protege siempre de las inclemencias políticas y hasta de la vergüenza. Pero algún día calará y creo que será más pronto que tarde.

Lo que ya es innegable es que este Gobierno de España le ha cogido tremenda afición a lo clandestino y no hace más que reunirse con presos, prófugos, inhabilitados o vetados. Ya en cárceles como en aviones privados y de madrugada. Y cuanto más lo hace –y no tiene más remedio que hacerlo para sostenerse en el poder– más se le complican las cosas. Pero es que al comunismo sólo lo apoyan los comunistas y Sánchez cree que él sería la excepción.

Por este camino, los cien días de cortesía pueden suponer la mitad de su mandato.

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