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José García Domínguez

El suicidio del PP catalán

Una vez abierta la caja de Pandora de la independencia, el centro de gravedad de la política catalana se ha trasladado hacia la órbita de Esquerra.

Una vez abierta la caja de Pandora de la independencia, el centro de gravedad de la política catalana se ha trasladado hacia la órbita de Esquerra.

Artur Mas no forma parte del problema. Artur Mas forma parte del pasado. Esa evidencia que cualquier cartógrafo político identifica como obvia en todos los mapas electorales de Cataluña que dibujan las encuestas es lo que el Partido Popular todavía no ha sido capaz de ver. En Cataluña se está produciendo un cambio histórico de coordenadas, una transformación radical que va a enviar al basurero de la historia a la sociovergencia, el viejo juego de las hegemonías a dos bandas entre los socialdemócratas catalanistas del PSC y los catalanistas socialdemócratas de CiU. Quien haya leído a Homero recordará que, de todos los navegantes que emprendieron el viaje a Ítaca, solo Ulises logró arribar con vida a la isla. Los demás quedaron por el camino. Es un clásico, la revolución que devora a sus hijos. Y también aquí ocurrirá. A estas horas, Convergencia y el PSC son poco más que dos cadáveres exquisitos. Su mundo, el viejo mundo de la Pax del Oasis, está a punto de morir. Pero en Madrid aún no se han enterado.

El chalaneo de última hora en los despachos y los paños calientes con la financiación eran trucos que servían para ir tirando con Jordi Pujol, primero, y con sus hijos putativos, después. Pero ese juego se ha terminado. Una vez abierta la caja de Pandora de la independencia, el centro de gravedad de la política catalana se ha trasladado definitivamente hacia la órbita de Esquerra. Así las cosas, el nuevo dueño del espacio identitario se llama Junqueras. El sorpasso apenas es una cuestión de tiempo, de muy poco por cierto. Se acabó la época de las ambigüedades calculadas y los exquisitos matices diferenciales. Lo que ahora viene es la confrontación abierta, la polarización extrema en torno al tema único de la secesión. A un lado, Esquerra capitalizando la frustración colectiva del nacionalismo sociológico ante la parálisis medrosa de Mas, que, tras innúmeras sesiones de teatro, no convocará el referéndum. Hasta 26 diputados podría perder CiU desde 2010, según las últimas catas demoscópicas.

Enfrente de ERC y su nuevo satélite convergente, Ciudadanos, que ahora mismo compite de tú a tú con el PP por la tercera plaza en el Parlament. Y en medio, desangrándose por todos los flancos, un PSC abocado a la más estricta marginalidad a causa de su esquizofrénica indefinición. Bien haría, pues, el PP olvidándose de cortejar a CiU. CiU es un espectro, no existe. Quien sí existe, en cambio, es Ciudadanos, que gracias a su androginia ideológica puede pescar, a la vez, en los caladeros de populares y socialistas. Alicia Sánchez Camacho se está equivocando. No va a rascar ni un solo voto de esa quimera fantasiosa, el presunto catalanismo tibio que comulga en las urnas con CiU. Y va a permitir con sus frivolidades claudicantes que el caballo de Troya de Albert Rivera penetre hasta el centro mismo de su fortaleza. Pero si quieren suicidarse, allá ellos.

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